Girón aparece en cualquier buscador de Internet en pocos segundos y con cifras sorprendentes de referencias. En Google, por ejemplo, si escribes el nombre de ese litoral matancero, al momento aparecen más de 17 200 000 referencias, mientas teclear Bahía de Cochinos devuelve cerca
de 150 000 resultados en pocos segundos.
No es casual que un hecho histórico como este surque el éter y trascienda espacios virtuales, aunque no pocas veces se han falseado los acontecimientos.
Lo sucedido en 1961 en esta zona al sur del occidente de la Isla quedó grabado en la memoria colectiva como una proeza del valor de los cubanos ante una invasión brusca, premeditada y aborrecible. Historias conmovedoras como la de Nemesia y su familia, y los sentidos versos del Indio Naborí sobre los profanados zapaticos blancos, son imposibles de olvidar.
Por eso evoco los recuerdos compartidos de aquella gesta por algunas personas con las que he conversado en mi ejecutoria periodística de algunos años.
Hablar con la alfabetizadora Ana María Hernández Bravo, por ejemplo, permite comprender cuánta vileza acompañaba a los invasores. Esta mujer, muy joven cuando el desatinado desembarco, vivió una odisea como prisionera de los mercenarios durante las horas que duró la invasión de Playa Girón.
A mi mente vienen también ciertos momentos de mis diálogos con el piloto Enrique Carreras Rolás, quien se convirtió en uno de los más valerosos y aguerridos aviadores. «Ese motor es de un B-26 que impacté en Girón», me dijo con humildad y orgullo señalando la pieza colocada en el Museo que atesora algunas memorias tangibles de la hazaña.
A José Ramón Fernández, Héroe de la República de Cuba y hombre de confianza de Fidel durante los acontecimientos de Girón, lo recuerdo con la sencillez que habla de aquella empresa militar en la que se puso bien alto el nombre y el valor de Cuba. Merecen también mucha gloria jóvenes héroes del Segundo Curso de la Escuela Nacional de Responsables de Milicias, que lucharon en Playa Girón bajo las órdenes del entonces capitán José Ramón Fernández.
La epopeya de Girón contada por sus protagonistas representa un documental épico para la historia cubana y universal. Qué satisfacción escuchar al eminente cirujano matancero Julio Font Tió, al afirmar que todos los combatientes operados por él durante la conflagración bélica forman parte de su vida. El galeno siempre cuenta que jamás ha olvidado al niño miliciano de 14 años Nelson Fernández Estévez, a quien una gangrena postoperatoria le impidió salvarlo en
abril de 1961.
Al escribir estas líneas siento regocijo de que muchas personas salvan cada día nuestra memoria histórica, entre los que cuenta Font Tió, quien rememora el pasaje de cuando llegó a su consulta otro joven que había quedado sentado sobre una granada. «Todo indicaba que iba a morir, no se le sentía el pulso, y de pronto pronunció unas palabras estremecedoras: “¡Pero ganamos, coño!”».
Girón es evocación permanente. Va más allá de la pantanosa geografía de la ciénaga, porque hazañas como esa perduran en el tiempo y anclan en los corazones de los pueblos, cuando el verbo encendido de los protagonistas de la gesta nos ayuda, una y otra vez, al redescubrimiento.
(Por: Hugo García)(JR)(17/04/15)
de 150 000 resultados en pocos segundos.
No es casual que un hecho histórico como este surque el éter y trascienda espacios virtuales, aunque no pocas veces se han falseado los acontecimientos.
Lo sucedido en 1961 en esta zona al sur del occidente de la Isla quedó grabado en la memoria colectiva como una proeza del valor de los cubanos ante una invasión brusca, premeditada y aborrecible. Historias conmovedoras como la de Nemesia y su familia, y los sentidos versos del Indio Naborí sobre los profanados zapaticos blancos, son imposibles de olvidar.
Por eso evoco los recuerdos compartidos de aquella gesta por algunas personas con las que he conversado en mi ejecutoria periodística de algunos años.
Hablar con la alfabetizadora Ana María Hernández Bravo, por ejemplo, permite comprender cuánta vileza acompañaba a los invasores. Esta mujer, muy joven cuando el desatinado desembarco, vivió una odisea como prisionera de los mercenarios durante las horas que duró la invasión de Playa Girón.
A mi mente vienen también ciertos momentos de mis diálogos con el piloto Enrique Carreras Rolás, quien se convirtió en uno de los más valerosos y aguerridos aviadores. «Ese motor es de un B-26 que impacté en Girón», me dijo con humildad y orgullo señalando la pieza colocada en el Museo que atesora algunas memorias tangibles de la hazaña.
A José Ramón Fernández, Héroe de la República de Cuba y hombre de confianza de Fidel durante los acontecimientos de Girón, lo recuerdo con la sencillez que habla de aquella empresa militar en la que se puso bien alto el nombre y el valor de Cuba. Merecen también mucha gloria jóvenes héroes del Segundo Curso de la Escuela Nacional de Responsables de Milicias, que lucharon en Playa Girón bajo las órdenes del entonces capitán José Ramón Fernández.
La epopeya de Girón contada por sus protagonistas representa un documental épico para la historia cubana y universal. Qué satisfacción escuchar al eminente cirujano matancero Julio Font Tió, al afirmar que todos los combatientes operados por él durante la conflagración bélica forman parte de su vida. El galeno siempre cuenta que jamás ha olvidado al niño miliciano de 14 años Nelson Fernández Estévez, a quien una gangrena postoperatoria le impidió salvarlo en
abril de 1961.
Al escribir estas líneas siento regocijo de que muchas personas salvan cada día nuestra memoria histórica, entre los que cuenta Font Tió, quien rememora el pasaje de cuando llegó a su consulta otro joven que había quedado sentado sobre una granada. «Todo indicaba que iba a morir, no se le sentía el pulso, y de pronto pronunció unas palabras estremecedoras: “¡Pero ganamos, coño!”».
Girón es evocación permanente. Va más allá de la pantanosa geografía de la ciénaga, porque hazañas como esa perduran en el tiempo y anclan en los corazones de los pueblos, cuando el verbo encendido de los protagonistas de la gesta nos ayuda, una y otra vez, al redescubrimiento.
(Por: Hugo García)(JR)(17/04/15)
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