La televisión, la radio y la prensa escrita nos siguen recordando que lavarnos bien las manos es acto simple, pero de una trascendencia sanitaria capaz de marcar la diferencia entre enfermar y seguir saludable, incluso entre vivir y morir.
No intento dramatizar, sino reconocer que, aunque una y otra vez machacamos sobre este tema, todavía persisten las malas costumbres de ingerir alimentos y realizar otras acciones personales con las manos, sin antes higienizarlas adecuadamente.
Quizás la persona reaccionaría su tuviera acceso a un microscopio para observar la cantidad de gérmenes y parásitos que ingiere cuando con sus manos sin lavar sostiene y muerde su pan con croquetas.
Y es que el agua y el jabón, bien aplicados, funcionan como eficaz bactericida y nos libran de suciedades, parásitos, hongos y otras inmundicias, generalmente invisibles ante la vista.
Según UNICEF cada día mueren 1 400 niños menores de cinco años en el mundo por la falta de agua potable, principalmente por enfermedades diarreicas.
Expertos recuerdan que “Lavarse las manos con agua y jabón antes de comer y después de defecar reduce drásticamente la propagación de la diarrea y tiene efectos duraderos en la salud y el bienestar de los niños, de los adultos y de las comunidades”.
Sin embargo, falta cultura higiénica y también escasean los medios necesarios para propiciarla. Por ejemplo, en un restaurante, una pizzería, o cafetería. ¿Es práctica real lavarse las manos allí antes de ingerir alimentos? ¿Lo hacemos antes de sentarnos a la mesa en nuestro, propio hogar? ¿Al menos nos sirven el bocadillo ocasional en una servilleta higiénica?
Basta meditar sobre lo que sucede en nuestro entorno para comprender cuánto nos falta por mejorar y percatarnos que, junto con los mensajes de alerta, es fundamental que las autoridades correspondientes supervisen la realidad in situ, y exijan las medidas que correspondan para marcar la diferencia, facilitando que la exhortación a lavarse las manos cuente con respaldo eficaz, es decir, agua, jabón y voluntad de no extraviar la salud por falta de prevención básica, en Matanzas y en todo el país.
Roberto Pérez Betancourt
No intento dramatizar, sino reconocer que, aunque una y otra vez machacamos sobre este tema, todavía persisten las malas costumbres de ingerir alimentos y realizar otras acciones personales con las manos, sin antes higienizarlas adecuadamente.
Quizás la persona reaccionaría su tuviera acceso a un microscopio para observar la cantidad de gérmenes y parásitos que ingiere cuando con sus manos sin lavar sostiene y muerde su pan con croquetas.
Y es que el agua y el jabón, bien aplicados, funcionan como eficaz bactericida y nos libran de suciedades, parásitos, hongos y otras inmundicias, generalmente invisibles ante la vista.
Según UNICEF cada día mueren 1 400 niños menores de cinco años en el mundo por la falta de agua potable, principalmente por enfermedades diarreicas.
Expertos recuerdan que “Lavarse las manos con agua y jabón antes de comer y después de defecar reduce drásticamente la propagación de la diarrea y tiene efectos duraderos en la salud y el bienestar de los niños, de los adultos y de las comunidades”.
Sin embargo, falta cultura higiénica y también escasean los medios necesarios para propiciarla. Por ejemplo, en un restaurante, una pizzería, o cafetería. ¿Es práctica real lavarse las manos allí antes de ingerir alimentos? ¿Lo hacemos antes de sentarnos a la mesa en nuestro, propio hogar? ¿Al menos nos sirven el bocadillo ocasional en una servilleta higiénica?
Basta meditar sobre lo que sucede en nuestro entorno para comprender cuánto nos falta por mejorar y percatarnos que, junto con los mensajes de alerta, es fundamental que las autoridades correspondientes supervisen la realidad in situ, y exijan las medidas que correspondan para marcar la diferencia, facilitando que la exhortación a lavarse las manos cuente con respaldo eficaz, es decir, agua, jabón y voluntad de no extraviar la salud por falta de prevención básica, en Matanzas y en todo el país.
Roberto Pérez Betancourt
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