El mejor homenaje de hoy al alfabetizador cubano Conrado Benítez, asesinado vilmente hace 54 años, es constatar que su bandera invicta sigue tremolando en otras naciones de América Latina donde sus compatriotas contribuyen a erradicar el analfabetismo y continúan llevando instrucción y ejemplo fecundo para el crecimiento cultural y espiritual de obreros y campesinos.
Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Haití, Ecuador y muchas otras naciones, incluso más allá de las fronteras latinoamericanas, son testigos y partícipes de la hazaña que el 22 de diciembre de 1961 proclamó a Cuba territorio libre de analfabetismo.
Conrado Benítez, aquel joven de 18 años, a quien el poeta Nicolás Guillén evocó como el "maestro, amigo puro, verde joven de rostro detenido", fue apresado por bandidos financiados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, en el lomerío del Escambray, donde enseñaba a campesinos, pero lejos de prestarse a colaborar con sus captores les reiteró su vocación de servir al pueblo.
Benítez fue torturado y asesinado. Su cadáver apareció tapado con hojas junto con el de Heliodoro Rodríguez Erineo, combatiente del Ejército Rebelde y
fundador de las Milicias Nacionales Revolucionarias en el Escambray, cuando los revolucionarios tomaron el campamento de los alzados donde ultimaron a cinco y e hicieron prisioneros a otros siete.
El joven maestro había nacido en la provincia de Matanzas el 19 de febrero de 1942, y desde niño tuvo que limpiar zapatos para ayudar a su familia a sobrevivir, esforzándose además por asistir a la escuela.
Minas de Frío, en la Sierra Maestra, lo vio llegar el 12 de mayo de 1960 junto a muchos otros jóvenes que respondieron al llamado de la Campaña de Alfabetización, imbuidos del fervor revolucionario de servir a su patria y afrontar los rigores que fueran necesarios.
Allí, entre trajines y sueños, Benítez se hizo maestro, como diría al encontrarse con una de sus antiguas profesoras. Al despuntar enero de 1961, tras breve visita a la capital, retornó al Escambray con juguetes para los niños de la comarca donde alfabetizaba.
Cuentan que en la mañana del día cinco de enero el pequeño hijo de un campesino fue a buscar a su Maestro al cuartico donde este dormía, pero solo encontró los regalos que había traído desde La Habana. El alfabetizador ya no estaba más.
En su discurso en la plaza de la Revolución José Martí, en el acto donde se proclamó a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo, el Comandante en Jefe Fidel Castro expresó:
“… ¡Qué vergüenza para el imperialismo comprobar que el crimen fue inútil, comprobar que el asesinato de un maestro humilde de nuestro pueblo, Conrado Benítez, se convirtió en 100 mil brigadistas "Conrado Benítez"!
“…¡Este minuto de hoy, este minuto de silencio en memoria de los que cayeron, este minuto de dolor y de recuerdo a los que no nos acompañan, pero que con su vida pagaron el noble tributo de nuestro pueblo, este minuto será un minuto inolvidable, será un minuto eterno, porque en ese minuto se juntó el júbilo con la tristeza, se juntó la alegría con el dolor, se juntó el premio y con el precio de ese premio, se juntó la esperanza con la indignación, se juntó la generosidad con la ira!”
A 54 años de aquel crimen, sin olvidar la lágrima, el recuerdo se ilumina porque Conrado Benítez, junto con sus compañeros invictos, sigue enarbolando la bandera de la alfabetización, haciendo historia por tierras de Nuestra América.(Por: Roberto Pérez Betancourt)(Actualizado en 05/ 01/15)
Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Haití, Ecuador y muchas otras naciones, incluso más allá de las fronteras latinoamericanas, son testigos y partícipes de la hazaña que el 22 de diciembre de 1961 proclamó a Cuba territorio libre de analfabetismo.
Conrado Benítez, aquel joven de 18 años, a quien el poeta Nicolás Guillén evocó como el "maestro, amigo puro, verde joven de rostro detenido", fue apresado por bandidos financiados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, en el lomerío del Escambray, donde enseñaba a campesinos, pero lejos de prestarse a colaborar con sus captores les reiteró su vocación de servir al pueblo.
Benítez fue torturado y asesinado. Su cadáver apareció tapado con hojas junto con el de Heliodoro Rodríguez Erineo, combatiente del Ejército Rebelde y
fundador de las Milicias Nacionales Revolucionarias en el Escambray, cuando los revolucionarios tomaron el campamento de los alzados donde ultimaron a cinco y e hicieron prisioneros a otros siete.
El joven maestro había nacido en la provincia de Matanzas el 19 de febrero de 1942, y desde niño tuvo que limpiar zapatos para ayudar a su familia a sobrevivir, esforzándose además por asistir a la escuela.
Minas de Frío, en la Sierra Maestra, lo vio llegar el 12 de mayo de 1960 junto a muchos otros jóvenes que respondieron al llamado de la Campaña de Alfabetización, imbuidos del fervor revolucionario de servir a su patria y afrontar los rigores que fueran necesarios.
Allí, entre trajines y sueños, Benítez se hizo maestro, como diría al encontrarse con una de sus antiguas profesoras. Al despuntar enero de 1961, tras breve visita a la capital, retornó al Escambray con juguetes para los niños de la comarca donde alfabetizaba.
Cuentan que en la mañana del día cinco de enero el pequeño hijo de un campesino fue a buscar a su Maestro al cuartico donde este dormía, pero solo encontró los regalos que había traído desde La Habana. El alfabetizador ya no estaba más.
En su discurso en la plaza de la Revolución José Martí, en el acto donde se proclamó a Cuba Territorio Libre de Analfabetismo, el Comandante en Jefe Fidel Castro expresó:
“… ¡Qué vergüenza para el imperialismo comprobar que el crimen fue inútil, comprobar que el asesinato de un maestro humilde de nuestro pueblo, Conrado Benítez, se convirtió en 100 mil brigadistas "Conrado Benítez"!
“…¡Este minuto de hoy, este minuto de silencio en memoria de los que cayeron, este minuto de dolor y de recuerdo a los que no nos acompañan, pero que con su vida pagaron el noble tributo de nuestro pueblo, este minuto será un minuto inolvidable, será un minuto eterno, porque en ese minuto se juntó el júbilo con la tristeza, se juntó la alegría con el dolor, se juntó el premio y con el precio de ese premio, se juntó la esperanza con la indignación, se juntó la generosidad con la ira!”
A 54 años de aquel crimen, sin olvidar la lágrima, el recuerdo se ilumina porque Conrado Benítez, junto con sus compañeros invictos, sigue enarbolando la bandera de la alfabetización, haciendo historia por tierras de Nuestra América.(Por: Roberto Pérez Betancourt)(Actualizado en 05/ 01/15)
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