Roberto Pérez Betancourt
Satisfacción, complacencia, contentura, alegría, todo esto y más se siente como felicidad. Son sensaciones cuyas fuentes de estímulo a veces parecen dimanar de la posesión y goce de bienes materiales, otras de afectos sublimados o de una combinación de ambos fenómenos.
¿Cómo se alcanza la felicidad? ¿Podemos trazarnos una estrategia para ser felices?
Algunos psicólogos afirman que los pasos iniciales son apagar el receptor de televisión, mirarse a los ojos frente a un espejo y preguntarse uno mismo qué desea y cómo conseguirlo.
Con las respuestas hay que diseñar un plan para cumplir los propósitos, pero sin hacerse trampas, para lo cual es muy importante establecer metas realistas.
Si ya se miró con detenimiento y se vio a sí mismo (algunos se miran cada día y no llegan a verse jamás), acepte su imagen: Es el primer paso para desterrar fantasmas de lo imposible.
Esto significa que usted ha observado sus defectos y tratará de corregirlos dentro de un marco de posibilidades reales, estableciéndose metas alcanzables, nada de utopías. En la medida en que acumule pequeños triunfos podrá ensanchar sus expectativas.
Está comprobado que la gente no es más feliz por la cantidad de dinero que posea, sino por los amigos que cultive.
La edad no es más que un tránsito normal al que no hay que temer, sino adecuarse a ella sobre la base de flexibilidad y tolerancia con otros, y con uno mismo.
Ame a quienes les rodean como son y no intente cambiarlos, aconseje solo cuando se lo soliciten, trate a sus semejantes con amor y respeto y, sobre todo, sonría, porque la sonrisa contagia a los demás y ese reflejo se traduce en felicidad. Y recuerde que el dinero hace falta para vivir, pero el mayor de los tesoros es el tiempo de vida y no debe malgastarse en pos del dinero, porque la felicidad no se compra, se siente. (TVY)
Satisfacción, complacencia, contentura, alegría, todo esto y más se siente como felicidad. Son sensaciones cuyas fuentes de estímulo a veces parecen dimanar de la posesión y goce de bienes materiales, otras de afectos sublimados o de una combinación de ambos fenómenos.
¿Cómo se alcanza la felicidad? ¿Podemos trazarnos una estrategia para ser felices?
Algunos psicólogos afirman que los pasos iniciales son apagar el receptor de televisión, mirarse a los ojos frente a un espejo y preguntarse uno mismo qué desea y cómo conseguirlo.
Con las respuestas hay que diseñar un plan para cumplir los propósitos, pero sin hacerse trampas, para lo cual es muy importante establecer metas realistas.
Si ya se miró con detenimiento y se vio a sí mismo (algunos se miran cada día y no llegan a verse jamás), acepte su imagen: Es el primer paso para desterrar fantasmas de lo imposible.
Esto significa que usted ha observado sus defectos y tratará de corregirlos dentro de un marco de posibilidades reales, estableciéndose metas alcanzables, nada de utopías. En la medida en que acumule pequeños triunfos podrá ensanchar sus expectativas.
Está comprobado que la gente no es más feliz por la cantidad de dinero que posea, sino por los amigos que cultive.
La edad no es más que un tránsito normal al que no hay que temer, sino adecuarse a ella sobre la base de flexibilidad y tolerancia con otros, y con uno mismo.
Ame a quienes les rodean como son y no intente cambiarlos, aconseje solo cuando se lo soliciten, trate a sus semejantes con amor y respeto y, sobre todo, sonría, porque la sonrisa contagia a los demás y ese reflejo se traduce en felicidad. Y recuerde que el dinero hace falta para vivir, pero el mayor de los tesoros es el tiempo de vida y no debe malgastarse en pos del dinero, porque la felicidad no se compra, se siente. (TVY)
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