Con la entrega de millares de hectáreas de tierra en calidad de usufructo a nuevos agricultores, que se suman a la producción de alimentos, Cuba continúa avanzando en la implementación de los lineamientos de la política económica y social, en especial en el sector agropecuario, empeñado en perfeccionar el modelo socialista hacia mayor desarrollo económico y superiores niveles de productividad, y prosigue las acciones iniciadas con la promulgación hace 55 años, el 17 de mayo de 1959, de la primera Ley de Reforma Agraria.
Ese día fue de jolgorio para los humildes campesinos y los obreros agrícolas cubanos.
Pero la minoría de ricos terratenientes y latifundistas que atesoraban casi todala tierra cultivable experimentó una pesadilla ante el grito que estremeció al país: ¡Alégrate hermano, la tierra es nuestra!
En el sitio donde radicara la Comandancia del Ejército Rebelde, en La Plata, Sierra Maestra, Fidel Castro, primer ministro de la Revolución triunfante, firmó la primera Ley de Reforma Agraria que, entre otros beneficios, exoneraba del pago de rentas al 85 por ciento del campesinado, lo que significaba redistribuir ingresos por unos 300 millones de pesos (igual al dólar).
Sólo habían transcurrido 136 días desde que el primero enero de 1959 el pueblo derrocara la sangrienta tiranía del dictador Fulgencio Batista. Esa fecha inauguró la etapa de verdadera independencia nacional en el archipiélago cubano, que posibilitó promulgar e instrumentar numerosas leyes de beneficio social.
Hasta entonces Cuba presentaba una situación típica de economía neocolonial, atrasada y dependiente, y los grandes latifundios azucareros y ganaderos absorbían el 75 por ciento de las tierras que estaban en manos de solo el ocho por ciento de los propietarios.
El desempleo afectaba a más del 25 por ciento de la fuerza laboral disponible y en el llamado tiempo muerto, entre zafras azucareras, abarcaba a más de 600 mil cubanos.
… Y SE HIZO JUSTICIA
Durante el juicio que organizó la tiranía batistiana para sancionar a los sobrevivientes de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, acciones comandadas el 26 de julio de 1953 por Fidel Castro, este, en su alegato conocido con el nombre de “La Historia me Absolverá”, había denunciado la situación de desamparo que padecían 500 mil obreros del campo que habitan en bohíos miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el resto, compartiendo con sus hijos la miseria, que no tienen una pulgada de tierra para sembrar y cuya existencia debiera mover más a compasión si no hubiera tantos corazones de piedra (...) a los cien mil agricultores pequeños, que viven y mueren trabajando una tierra que no es suya, contemplándola siempre tristemente como Moisés a la tierra prometida, para morirse sin llegar a poseerla, que tienen que pagar por sus parcelas como siervos feudales una parte de sus productos, que no pueden amarla ni mejorarla ni embellecerla, plantar un cedro o un naranjo porque ignoran el día que vendrá un alguacil con la guardia rural a decirles que tienen que irse...(...) el 85% de los pequeños agricultores cubanos están pagando renta, y vive bajo la amenaza perenne del desalojo de sus parcelas. Más de la mitad de las mejores tierras en producción están en manos extranjeras. En Oriente que es la tierra más ancha, las tierras de la United Fruit y la West Indian unen las costas Norte y Sur. Hay 200 mil familias campesinas que no tienen una vara de tierra donde sembrar unas viandas para sus hambrientos hijos, en cambio permanecen sin cultivar, en manos de poderosos intereses (...)
La primera Ley de Reforma Agraria adjudicó títulos de propiedad, que sumaban cinco millones 600 mil hectáreas de tierra, a los campesinos que no la poseían. Comenzaba así a hacerse verdadera justicia en la campiña cubana. Pero aún quedaban grandes extensiones ociosas en manos de terratenientes.
El tres de octubre de 1963 fue dictada la Segunda Ley de Reforma Agraria, que complementaría el programa de beneficio al campesinado anunciado por Fidel, y que de hecho constituiría la materialización de los anhelos por los que millares de cubanos habían ofrendado sus preciosas vidas en los campos de batalla.
Esa legislación daba al traste con las maniobras de elementos manipulados por la Agencia Central de Inteligencia del Gobierno Norteamericano con propósitos de desestabilizar y derrocar a la Revolución, y sentaba premisas indispensables para el ulterior desarrollo de formas avanzadas de producción y los programas integrales de beneficio social para las familias campesinas y de obreros agrícolas.
COOPERATIVAS Y NIVEL DE VIDA
Los títulos de propiedad de la tierra fueron entregados sin ningún tipo de condición y sobre la base de respetar el principio de voluntariedad individual de cada uno de los campesinos beneficiados.
Con el decursar del tiempo para los propios campesinos se tornó evidente que las formas de producción conjuntas brindaban muchas más posibilidades de desarrollo social y rentabilidad económica. Surgieron así las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), especialmente en la década de los 70 del siglo anterior.
En ellas, varios propietarios unen sus tierras y otros medios de producción, luego de evaluar sus respectivos aportes, que les son reintegrados con parte de las ganancias anuales de la CPA.
Resultados palpables de esa práctica demuestran la certeza de la iniciativa, que permitió, además, el fomento de modernas comunidades agrarias con viviendas confortables, escuelas y diversos establecimientos de servicio social y cultural, que de conjunto han contribuido a elevar sustancialmente el nivel de vida de la familia campesina.
También se Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS), caracterizadas porque sus integrantes aprovechan de conjunto equipos, medios de financiamiento y servicios técnicos y agropecuarios, pero conservan la propiedad individual de sus tierras, conforme a su voluntad.
Más tarde, ante imperativos económicos que aconsejaban descentralizar la producción de numerosas empresas estatales agropecuarias, estas cedieron en usufructo gratuito a los trabajadores alrededor de dos millones 800 mil hectáreas para crear Unidades Básicas de Producción Cooperativas (UBPC).
En ese tipo de organización los obreros amortizan progresivamente el valor de equipos, medios de labranza y rebaños para el desarrollo pecuario, así como servicios agrotécnicos. En las UBPC, al igual que en las CPA, sus asociados son beneficiarios colectivos de la producción que obtienen.
Cientos de miles labradores y ganaderos están integrados en la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP). El sector cooperativo-campesino posee aproximadamente el 30 por ciento de las tierras cultivables y recibe igual los beneficios científico y técnicos. Ellos son los principales aportadores de la producción de tabaco, café y miel para la exportación. Más del 95% de las cooperativas están electrificadas; el ciento por ciento disponen de la atención in situ por parte de médicos de la familia y en ellas se han construido millares de viviendas.
Ese campesinado muestra un promedio de nivel de enseñanza superior al noveno grado. Millares de socios son jóvenes graduados como técnicos de nivel medio en agronomía, veterinaria, mecanización, economía, riego y otras especialidades, y unos dos mil 500 cooperativistas poseen nivel universitario.
A lo largo de los 55 años transcurridos desde aquella histórica firma de la primera Ley de Reforma Agraria, los hombres del campo, al igual que los cubanos todos, han recibido el mayor de los beneficios: la libertad y la soberanía, el justo sentimiento de ser y sentirse personas con todos los derechos, incluidos los de desempeñar las más altas posiciones dentro del Parlamento, la dirección del Estado, el Partido y todas las organizaciones sociales, políticas y profesionales activas en el país.Al grito aquel de “¡Alégrate hermano, la tierra es nuestra!”, por mandato de la historia forjada con la labor cotidiana de los hijos, hoy se une la certeza de que la patria soberana pertenece a todos por igual.
En la actualidad, con la entrega de millares de hectáreas de tierra en calidad de usufructo a nuevos agricultores, que se suman a la producción de alimentos, el país sigue dando pasos de avance en el sector agropecuario, empeñado en perfeccionar el modelo socialista hacia mayor desarrollo económico y superiores niveles de productividad.
Día del Campesino
El 17 de Mayo de 1946 fue asesinado el campesino Niceto Pérez García en la zona realenga de El Vínculo, en Guantánamo –oriente de Cuba-, por oponerse a entregar su pedazo de tierra a latifundistas que contaban con la anuencia del gobierno sometido a intereses hegemónicos. Aquel vil asesinado conmocionó a la ciudadanía y en especial tuvo gran repercusión en la conciencia campesina.
En 1949 asociaciones agrarias y la Federación Estudiantil Universitaria instituyeron el 17 de mayo como el Día del Campesino, en homenaje al mártir Niceto Pérez.
En aquella época más del 70 por ciento de las tierras cubanas habían sido “legalmente” acaparadas por latifundistas, como mostraba el censo agrario de 1945. Esa geofagia continuaría expandiéndose y siete años más tardes el índice de acaparamiento de la tierra llegaba al 87 por ciento, lo que evidenciaba la falta de justicia en el más sufrido sector de la económica nacional: mientras los campos permanecían ociosos en poder de los amos, los humildes cubanos deambulaban con sus familias por guardarrayas.
En plena Sierra Maestra, cuando se libraba la lucha insurreccional contra la tiranía batistiana pro imperialista, el 21 de septiembre de 1958, en las zonas liberadas del II Frente que dirigía el entonces comandante Raúl Castro, se llevo a efecto el Congreso Campesino en Armas.
Alrededor del 80 por ciento de la población del país vivía en áreas rurales, más de 200 mil agrarios carecían de tierra y los 400 mil obreros agrícolas solo trabajaban una parte del año; el 42 por ciento de los hombres y mujeres del campo eran analfabetos. El escenario estaba listo para que poco después Cuba estrenara el triunfo revolucionario el primero de enero de 1959 y transformara la situación socioeconómica del campo, implantando medidas legales de plena justicia social. Fue un homenaje real y perdurable a aquel campesino valiente que se nombra Niceto Pérez. (Por: Roberto Pérez Betancourt).
Ese día fue de jolgorio para los humildes campesinos y los obreros agrícolas cubanos.
Pero la minoría de ricos terratenientes y latifundistas que atesoraban casi todala tierra cultivable experimentó una pesadilla ante el grito que estremeció al país: ¡Alégrate hermano, la tierra es nuestra!
En el sitio donde radicara la Comandancia del Ejército Rebelde, en La Plata, Sierra Maestra, Fidel Castro, primer ministro de la Revolución triunfante, firmó la primera Ley de Reforma Agraria que, entre otros beneficios, exoneraba del pago de rentas al 85 por ciento del campesinado, lo que significaba redistribuir ingresos por unos 300 millones de pesos (igual al dólar).
Sólo habían transcurrido 136 días desde que el primero enero de 1959 el pueblo derrocara la sangrienta tiranía del dictador Fulgencio Batista. Esa fecha inauguró la etapa de verdadera independencia nacional en el archipiélago cubano, que posibilitó promulgar e instrumentar numerosas leyes de beneficio social.
Hasta entonces Cuba presentaba una situación típica de economía neocolonial, atrasada y dependiente, y los grandes latifundios azucareros y ganaderos absorbían el 75 por ciento de las tierras que estaban en manos de solo el ocho por ciento de los propietarios.
El desempleo afectaba a más del 25 por ciento de la fuerza laboral disponible y en el llamado tiempo muerto, entre zafras azucareras, abarcaba a más de 600 mil cubanos.
… Y SE HIZO JUSTICIA
Durante el juicio que organizó la tiranía batistiana para sancionar a los sobrevivientes de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, acciones comandadas el 26 de julio de 1953 por Fidel Castro, este, en su alegato conocido con el nombre de “La Historia me Absolverá”, había denunciado la situación de desamparo que padecían 500 mil obreros del campo que habitan en bohíos miserables, que trabajan cuatro meses al año y pasan hambre el resto, compartiendo con sus hijos la miseria, que no tienen una pulgada de tierra para sembrar y cuya existencia debiera mover más a compasión si no hubiera tantos corazones de piedra (...) a los cien mil agricultores pequeños, que viven y mueren trabajando una tierra que no es suya, contemplándola siempre tristemente como Moisés a la tierra prometida, para morirse sin llegar a poseerla, que tienen que pagar por sus parcelas como siervos feudales una parte de sus productos, que no pueden amarla ni mejorarla ni embellecerla, plantar un cedro o un naranjo porque ignoran el día que vendrá un alguacil con la guardia rural a decirles que tienen que irse...(...) el 85% de los pequeños agricultores cubanos están pagando renta, y vive bajo la amenaza perenne del desalojo de sus parcelas. Más de la mitad de las mejores tierras en producción están en manos extranjeras. En Oriente que es la tierra más ancha, las tierras de la United Fruit y la West Indian unen las costas Norte y Sur. Hay 200 mil familias campesinas que no tienen una vara de tierra donde sembrar unas viandas para sus hambrientos hijos, en cambio permanecen sin cultivar, en manos de poderosos intereses (...)
La primera Ley de Reforma Agraria adjudicó títulos de propiedad, que sumaban cinco millones 600 mil hectáreas de tierra, a los campesinos que no la poseían. Comenzaba así a hacerse verdadera justicia en la campiña cubana. Pero aún quedaban grandes extensiones ociosas en manos de terratenientes.
El tres de octubre de 1963 fue dictada la Segunda Ley de Reforma Agraria, que complementaría el programa de beneficio al campesinado anunciado por Fidel, y que de hecho constituiría la materialización de los anhelos por los que millares de cubanos habían ofrendado sus preciosas vidas en los campos de batalla.
Esa legislación daba al traste con las maniobras de elementos manipulados por la Agencia Central de Inteligencia del Gobierno Norteamericano con propósitos de desestabilizar y derrocar a la Revolución, y sentaba premisas indispensables para el ulterior desarrollo de formas avanzadas de producción y los programas integrales de beneficio social para las familias campesinas y de obreros agrícolas.
COOPERATIVAS Y NIVEL DE VIDA
Los títulos de propiedad de la tierra fueron entregados sin ningún tipo de condición y sobre la base de respetar el principio de voluntariedad individual de cada uno de los campesinos beneficiados.
Con el decursar del tiempo para los propios campesinos se tornó evidente que las formas de producción conjuntas brindaban muchas más posibilidades de desarrollo social y rentabilidad económica. Surgieron así las Cooperativas de Producción Agropecuaria (CPA), especialmente en la década de los 70 del siglo anterior.
En ellas, varios propietarios unen sus tierras y otros medios de producción, luego de evaluar sus respectivos aportes, que les son reintegrados con parte de las ganancias anuales de la CPA.
Resultados palpables de esa práctica demuestran la certeza de la iniciativa, que permitió, además, el fomento de modernas comunidades agrarias con viviendas confortables, escuelas y diversos establecimientos de servicio social y cultural, que de conjunto han contribuido a elevar sustancialmente el nivel de vida de la familia campesina.
También se Cooperativas de Créditos y Servicios (CCS), caracterizadas porque sus integrantes aprovechan de conjunto equipos, medios de financiamiento y servicios técnicos y agropecuarios, pero conservan la propiedad individual de sus tierras, conforme a su voluntad.
Más tarde, ante imperativos económicos que aconsejaban descentralizar la producción de numerosas empresas estatales agropecuarias, estas cedieron en usufructo gratuito a los trabajadores alrededor de dos millones 800 mil hectáreas para crear Unidades Básicas de Producción Cooperativas (UBPC).
En ese tipo de organización los obreros amortizan progresivamente el valor de equipos, medios de labranza y rebaños para el desarrollo pecuario, así como servicios agrotécnicos. En las UBPC, al igual que en las CPA, sus asociados son beneficiarios colectivos de la producción que obtienen.
Cientos de miles labradores y ganaderos están integrados en la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP). El sector cooperativo-campesino posee aproximadamente el 30 por ciento de las tierras cultivables y recibe igual los beneficios científico y técnicos. Ellos son los principales aportadores de la producción de tabaco, café y miel para la exportación. Más del 95% de las cooperativas están electrificadas; el ciento por ciento disponen de la atención in situ por parte de médicos de la familia y en ellas se han construido millares de viviendas.
Ese campesinado muestra un promedio de nivel de enseñanza superior al noveno grado. Millares de socios son jóvenes graduados como técnicos de nivel medio en agronomía, veterinaria, mecanización, economía, riego y otras especialidades, y unos dos mil 500 cooperativistas poseen nivel universitario.
A lo largo de los 55 años transcurridos desde aquella histórica firma de la primera Ley de Reforma Agraria, los hombres del campo, al igual que los cubanos todos, han recibido el mayor de los beneficios: la libertad y la soberanía, el justo sentimiento de ser y sentirse personas con todos los derechos, incluidos los de desempeñar las más altas posiciones dentro del Parlamento, la dirección del Estado, el Partido y todas las organizaciones sociales, políticas y profesionales activas en el país.Al grito aquel de “¡Alégrate hermano, la tierra es nuestra!”, por mandato de la historia forjada con la labor cotidiana de los hijos, hoy se une la certeza de que la patria soberana pertenece a todos por igual.
En la actualidad, con la entrega de millares de hectáreas de tierra en calidad de usufructo a nuevos agricultores, que se suman a la producción de alimentos, el país sigue dando pasos de avance en el sector agropecuario, empeñado en perfeccionar el modelo socialista hacia mayor desarrollo económico y superiores niveles de productividad.
Día del Campesino
El 17 de Mayo de 1946 fue asesinado el campesino Niceto Pérez García en la zona realenga de El Vínculo, en Guantánamo –oriente de Cuba-, por oponerse a entregar su pedazo de tierra a latifundistas que contaban con la anuencia del gobierno sometido a intereses hegemónicos. Aquel vil asesinado conmocionó a la ciudadanía y en especial tuvo gran repercusión en la conciencia campesina.
En 1949 asociaciones agrarias y la Federación Estudiantil Universitaria instituyeron el 17 de mayo como el Día del Campesino, en homenaje al mártir Niceto Pérez.
En aquella época más del 70 por ciento de las tierras cubanas habían sido “legalmente” acaparadas por latifundistas, como mostraba el censo agrario de 1945. Esa geofagia continuaría expandiéndose y siete años más tardes el índice de acaparamiento de la tierra llegaba al 87 por ciento, lo que evidenciaba la falta de justicia en el más sufrido sector de la económica nacional: mientras los campos permanecían ociosos en poder de los amos, los humildes cubanos deambulaban con sus familias por guardarrayas.
En plena Sierra Maestra, cuando se libraba la lucha insurreccional contra la tiranía batistiana pro imperialista, el 21 de septiembre de 1958, en las zonas liberadas del II Frente que dirigía el entonces comandante Raúl Castro, se llevo a efecto el Congreso Campesino en Armas.
Alrededor del 80 por ciento de la población del país vivía en áreas rurales, más de 200 mil agrarios carecían de tierra y los 400 mil obreros agrícolas solo trabajaban una parte del año; el 42 por ciento de los hombres y mujeres del campo eran analfabetos. El escenario estaba listo para que poco después Cuba estrenara el triunfo revolucionario el primero de enero de 1959 y transformara la situación socioeconómica del campo, implantando medidas legales de plena justicia social. Fue un homenaje real y perdurable a aquel campesino valiente que se nombra Niceto Pérez. (Por: Roberto Pérez Betancourt).
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