El mal hablado bimillonario Donald Trump se ha ganado el calificativo de “fenómeno” por su desfachatada forma de tratar a los inmigrantes, en particular a los indocumentados, a quienes, en cantidad de 12 millones, anuncia que deportaría en dos años si gana la presidencia estadounidense en noviembre de 2016.
Los más prominentes analistas consideran que esto no sucederá, pero comienzan a inquietarse.
Trump se ufana de decir públicamente lo que le viene en ganas, incluidas ofensas gratuitas, y contra todo pronóstico aparece con amplio margen en el primer lugar de las encuestas entre las preferencias del electorado republicano de su país.
¿Cómo es posible?
Trump tiene tanto dinero que alardea de que, a diferencia de sus rivales, no necesita donaciones de de ningún grupo de presión que lo frenen, y por lo tanto se ufana de no aceptar compromisos preelectorales con nadie, algo insólito en las elecciones estadounidenses, donde los aspirantes a cargos públicos dependen esencialmente de donaciones monetarias multimillonarias para gastar en publicidad.
Analistas recuerdan que la sanidad monetaria es necesaria para limpiar a los comicios de los cabildeos y los compromisos mediante dinero entregado, a fin de evitar lo que siempre sucede, que los políticos NO busquen lo mejor para el país, sino para ellos mismos y para los que les entregan los fondos.
¿Y en relación con Cuba qué ha dicho Trump?
Pasó de un negativismo total a admitir, recientemente, que está de acuerdo con la política de acercamiento y relaciones que instrumenta Barack Obama.
Este anuncio ganó titulares, pues el rubio de pelo raro, dio un portazo a los anticubanos de la Florida, con un mensaje claro: No necesito de ustedes para ganar las elecciones.
Se conoce que los discursos que Trump no se los escribe nadie, a diferencia de los que pronuncian Jeb Bush y los otros aspirantes.
Trump, simplemente, dice lo que le viene en ganas y esto le gusta a la gente, afirman expertos.
Y es que Trump no es político. Los inmigrantes lo ven como payaso fraudulento y maléfico, pero lo cierto es que capitaliza titulares de la prensa comercial yanqui y foránea, que lo convierten en la estrella del espectáculo electoral, una estrella con mucho dinero, combinación explosiva, muy peligrosa.
Roberto Pérez Betancourt
Los más prominentes analistas consideran que esto no sucederá, pero comienzan a inquietarse.
Trump se ufana de decir públicamente lo que le viene en ganas, incluidas ofensas gratuitas, y contra todo pronóstico aparece con amplio margen en el primer lugar de las encuestas entre las preferencias del electorado republicano de su país.
¿Cómo es posible?
Trump tiene tanto dinero que alardea de que, a diferencia de sus rivales, no necesita donaciones de de ningún grupo de presión que lo frenen, y por lo tanto se ufana de no aceptar compromisos preelectorales con nadie, algo insólito en las elecciones estadounidenses, donde los aspirantes a cargos públicos dependen esencialmente de donaciones monetarias multimillonarias para gastar en publicidad.
Analistas recuerdan que la sanidad monetaria es necesaria para limpiar a los comicios de los cabildeos y los compromisos mediante dinero entregado, a fin de evitar lo que siempre sucede, que los políticos NO busquen lo mejor para el país, sino para ellos mismos y para los que les entregan los fondos.
¿Y en relación con Cuba qué ha dicho Trump?
Pasó de un negativismo total a admitir, recientemente, que está de acuerdo con la política de acercamiento y relaciones que instrumenta Barack Obama.
Este anuncio ganó titulares, pues el rubio de pelo raro, dio un portazo a los anticubanos de la Florida, con un mensaje claro: No necesito de ustedes para ganar las elecciones.
Se conoce que los discursos que Trump no se los escribe nadie, a diferencia de los que pronuncian Jeb Bush y los otros aspirantes.
Trump, simplemente, dice lo que le viene en ganas y esto le gusta a la gente, afirman expertos.
Y es que Trump no es político. Los inmigrantes lo ven como payaso fraudulento y maléfico, pero lo cierto es que capitaliza titulares de la prensa comercial yanqui y foránea, que lo convierten en la estrella del espectáculo electoral, una estrella con mucho dinero, combinación explosiva, muy peligrosa.
Roberto Pérez Betancourt
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