La
música sinfónica es algo que me fascina desde mi niñez porque un tío mío,
apasionado también de ese género gustaba de sentarse frente al televisor para
ver los programas de ese tipo que solían retransmitir en la primera mitad de la
década de los años 60. Él me explicaba cuando se debía aplaudir, me decía los
títulos, en fin me adentró mucho más en el mundo fascinante de la música
llamada culta.
Los
tiempos actuales son tan diferentes que ya en la tele no se pone ese tipo de
conciertos, sólo rara vez; en algún espacio de la gran escena o específicamente
algún evento nacional o internacional de envergadura lo retransmite se logra.
Supe
del concierto del joven japonés Ryu Goto en el Cine Velasco y
pensé entonces que podría iniciar a mi pequeño nieto Briant en ese mundo del
arte. Aclaro que recientemente cumplió cinco años, pero tiene buen oído musical
y lo principal: le gusta la música y está ávido de conocimientos.
Al
llegar al teatro y recibir el programa le llamo la atención el violín de Goto y
cuando se presentó al podio en el escenario su emoción fue tal que le brillaban
sus ojitos exageradamente.
Lo
increíble fue que sin nadie explicarle oía atentamente la música del concierto
de Las Cuatro Estaciones de Vivaldi e increíblemente se dio cuenta de cuando
debía aplaudir y cuando no.
Confieso
que tenia miedo de que se quisiera ir o se aburriera pero todo lo contrario
cada vez le interesaba más la música que oía.
Si para él fue una buena experiencia confieso que para mí una mayor y desde ahora trataré de encauzar ese sentido de su escucha para que si se presenta la oportunidad y es su deseo, pueda estudiar música ya sea en primera opción o como complemento a la educación que ya recibe en la primaria. Quizás esté ante un niño prodigio de la música… quien sabe… y aunque el orgullo de abuela me aflore en demasía escribo éstas líneas para el futuro, cuando sea un grande la de música culta ¿no creen?... (Texto y fotos: Ana Valdés Portillo)
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