Continuar trabajando cuando se llega a la edad de la jubilación es decisión personal que puede responder a situaciones diversas, de acuerdo con el entorno socioeconómico del anciano.
En la provincia de Matanzas -100 kilómetros al este de La Habana- parece crecer el segmento de los sexagenarios que se jubilan para cobrar la pensión monetaria que les garantiza la Ley de Seguridad Social, y continúan trabajando, ya sea mediante contrato en una entidad, o ejerciendo algún oficio por cuenta propia, opción que también abrazan amas de casas necesitadas.
La razón básica es obtener ingresos suplementarios que les permitan afrontar el costo creciente de alimentos y servicios, a pesar de que algunos de ellos, como la electricidad, y una mínima canasta básica, se obtienen a precios subsidiados, y otros son gratuitos, como la asistencia médica, aunque en este punto mi amigo Jacinto sostiene que “enfermarse cuesta caro”.
En nuestro país el reconocido déficit de fuerza de trabajo, en relación con la demanda, posibilita que los mayores se reinserten en la vida económicamente activa, mientras se lo permitan las fuerzas físicas y mentales, y su rendimiento cumpla las exigencias propias o las del empleador.
Conversé sobre el tema con una decena de jubilados que siguen trabajando. Todos coincidieron en que sus expectativas para cuando llegaran a la tercera edad eran disfrutar del tiempo libre. Pero la realidad económica no se los permite.
Otros lamentaron la lejanía de familiares que se ausentaron para laborar en el exterior, pero admitieron que las ayudas monetarias que reciben contribuyen a solventar sus gastos, y en general comentaron que en todo caso se sienten seguros de que en cualquier circunstancia personal seguirán gozando de las variadas prestaciones que nuestra justiciera sociedad les facilita, del techo, que ningún banco le quitará, y del aprecio de numerosos amigos, con quienes comparten el saludo cotidiano y la sincera solidaridad humana.
Ancianos en su entorno social, tema sin dudas de variopintas aristas y contrastes, en nuestro país y en otras latitudes, como el condado Miami Dade, en la cercana Florida, Estados Unidos.
Cerquita de aquí, pero en otro contexto socioeconómico
En el condado estadounidense de Miami Dade, en la Florida, según El Diario las Américas, que se edita en esa localidad, la cuarta parte de los mayores de 65 años que residen allí, unas 50 mil personas, tratan de sobrevivir por debajo del índice oficial de pobreza, dato que el articulista Jesús Hernández califica de escalofriante para una ciudad del llamado Primer Mundo.
La situación aún es más grave para quienes carecen de seguro médico, afrontan enfermedades o limitaciones físicas, no tienen jubilación ni techo asegurado y son víctimas de aislamiento social.
Otros, como a Gloria, viuda, jubilada de 67 años, sin familia, a quien cada mes el Medicare le descuenta 104 dólares y la casera le cobra 604 de alquiler, le quedan 200 para comer y otros gastos que no puede cubrir, mientras el calendario cada día añade una nueva hoja de incertidumbres a sus achaques de salud.
Su situación no es tan mala como la de María, de 66 años, sin documentos ni ayudas oficiales, que se alberga a cuenta de unos amigos. Ella forma parte del 24,5 por ciento de los hispanos residentes en Miami-Dade que existen prácticamente en la pobreza y que cada día despiertan con la esperanza de hacer algún trabajito para comer y aun enviar dinero a sus familiares en Latinoamérica.
El articulista finalmente contrasta esta realidad con la de los 17 aspirantes a la nominación presidencial republicana con vista a las elecciones de 2016, todos multimillonarios, quienes sin el menor sonrojo ya empezaron a mendigar el voto latino.(Por: Roberto Pérez Betancourt)(TVY)(26/08/15)
En la provincia de Matanzas -100 kilómetros al este de La Habana- parece crecer el segmento de los sexagenarios que se jubilan para cobrar la pensión monetaria que les garantiza la Ley de Seguridad Social, y continúan trabajando, ya sea mediante contrato en una entidad, o ejerciendo algún oficio por cuenta propia, opción que también abrazan amas de casas necesitadas.
La razón básica es obtener ingresos suplementarios que les permitan afrontar el costo creciente de alimentos y servicios, a pesar de que algunos de ellos, como la electricidad, y una mínima canasta básica, se obtienen a precios subsidiados, y otros son gratuitos, como la asistencia médica, aunque en este punto mi amigo Jacinto sostiene que “enfermarse cuesta caro”.
En nuestro país el reconocido déficit de fuerza de trabajo, en relación con la demanda, posibilita que los mayores se reinserten en la vida económicamente activa, mientras se lo permitan las fuerzas físicas y mentales, y su rendimiento cumpla las exigencias propias o las del empleador.
Conversé sobre el tema con una decena de jubilados que siguen trabajando. Todos coincidieron en que sus expectativas para cuando llegaran a la tercera edad eran disfrutar del tiempo libre. Pero la realidad económica no se los permite.
Otros lamentaron la lejanía de familiares que se ausentaron para laborar en el exterior, pero admitieron que las ayudas monetarias que reciben contribuyen a solventar sus gastos, y en general comentaron que en todo caso se sienten seguros de que en cualquier circunstancia personal seguirán gozando de las variadas prestaciones que nuestra justiciera sociedad les facilita, del techo, que ningún banco le quitará, y del aprecio de numerosos amigos, con quienes comparten el saludo cotidiano y la sincera solidaridad humana.
Ancianos en su entorno social, tema sin dudas de variopintas aristas y contrastes, en nuestro país y en otras latitudes, como el condado Miami Dade, en la cercana Florida, Estados Unidos.
Cerquita de aquí, pero en otro contexto socioeconómico
En el condado estadounidense de Miami Dade, en la Florida, según El Diario las Américas, que se edita en esa localidad, la cuarta parte de los mayores de 65 años que residen allí, unas 50 mil personas, tratan de sobrevivir por debajo del índice oficial de pobreza, dato que el articulista Jesús Hernández califica de escalofriante para una ciudad del llamado Primer Mundo.
La situación aún es más grave para quienes carecen de seguro médico, afrontan enfermedades o limitaciones físicas, no tienen jubilación ni techo asegurado y son víctimas de aislamiento social.
Otros, como a Gloria, viuda, jubilada de 67 años, sin familia, a quien cada mes el Medicare le descuenta 104 dólares y la casera le cobra 604 de alquiler, le quedan 200 para comer y otros gastos que no puede cubrir, mientras el calendario cada día añade una nueva hoja de incertidumbres a sus achaques de salud.
Su situación no es tan mala como la de María, de 66 años, sin documentos ni ayudas oficiales, que se alberga a cuenta de unos amigos. Ella forma parte del 24,5 por ciento de los hispanos residentes en Miami-Dade que existen prácticamente en la pobreza y que cada día despiertan con la esperanza de hacer algún trabajito para comer y aun enviar dinero a sus familiares en Latinoamérica.
El articulista finalmente contrasta esta realidad con la de los 17 aspirantes a la nominación presidencial republicana con vista a las elecciones de 2016, todos multimillonarios, quienes sin el menor sonrojo ya empezaron a mendigar el voto latino.(Por: Roberto Pérez Betancourt)(TVY)(26/08/15)
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