Los abakuá: mitos y realidades

“Pero en ninguna parte como en Matanzas fueron nuestras pesquisas más fáciles, los dioses africanos que buscábamos más accesibles, ni a plena luz y a toda hora se hallaban tan cerca de los hombres”. Frase de Lydia Cabrera (La laguna sagrada de San Joaquín. Ediciones Universal., Miami, Florida, EE.UU. 1993. P.7)

Las creencias, costumbres y ritmos llegados a Cuba a través de los esclavos, devienen hoy un símbolo de la cultura nacional y continúan en las venas del cubano, fieles a sus raíces ancestrales. Estas manifestaciones de la religión afrocubana al mezclarse en cada barrio  crean un mundo místico, capaz de atrapar hasta al más ateo.
Fundadas desde 1836, las sociedades masculinas abakuá suscitan la fascinación y el temor de muchos habitantes de la Isla. Mitos y prejuicios se aglomeran alrededor de la conducta social de sus practicantes, quienes se guían por un código moral que afirma: “Para ser hombre no hay que ser abakuá, pero para ser abakuá hay que ser hombre”, en ocasiones mal interpretada.

RAÍCES EN LA TRADICIÓN AFROCUBANA

La Sociedad Secreta Abakuá, única de su tipo existente en el continente americano, se conforma desde un inicio por negros esclavos provenientes de Calabar, actualmente Nigeria, convirtiéndose con el paso del tiempo, en un fenómeno religioso circunscrito a las ciudades portuarias de La Habana, con su primer juego denominado Efí Kebúton; Matanzas, con la primera cofradía Efí Uriabón Mansongo; y Cárdenas, con el nacimiento de Ita Muñón.
Diversos investigadores han indagado sobre el tema, tal es el caso del periodista Ramón Torres Zayas, quien afirma en su libro Relación barrio-juego abakuá en la ciudad de La Habana, editado por la Fundación Fernando Ortiz, en 2010, que la primera sociedad abakuá de blancos quedó establecida hacia 1863 por Andrés Petit, mestizo que admitió en su secta a numerosos españoles y descendientes de blancos de la clase obrera, así como aristócratas, altos oficiales militares y emigrantes asiáticos.
Según el presidente de la Asociación Secreta Abakuá en Matanzas, Carlos A. Alfonso Ramos, Iyamba de Mifotanko Efó, cada grupo forma una potencia, juego, tierra o logia, compuesta por numerosos iniciados o ekobios (hermano de religión), vinculados por juramento de iniciación y un tramado de jerarquías de funcionarios o plazas.
El matancero Domingo Zulueta Owens, Ecueñón de  Efí Araokón comentó a Girón que Abakwa proviene de abak (primero) y wa (residir) de estirpe carabalí: los habitantes originales o los primeros residentes, mientras que el término ñáñigo, se utiliza desde la segunda mitad del siglo XIX por los colonizadores para calificarlos despectivamente.
“Los ñáñigos fueron acusados de criminales lo cual, en casos particulares, fue cierto y envueltos en una atmósfera sensacionalista que lucró con el temor, producto de la ignorancia con respecto a la naturaleza de sus creencias y ritos, así como de intereses clasistas", agrega Zulueta Owens.
La secta Abakuá, surge para establecer un orden donde éste no existía. Su membresía procuró organizar a amplios sectores populares, a los cuales el orden y los principios morales de las clases dominantes les eran ajenos durante la colonia y la seudorrepública.
A decir de Alfonso Ramos, los iniciados juran: guardar y no revelar el secreto, defender el Ekue hasta la muerte, respetar u obedecer a las plazas de la potencia, ser buen hijo, buen padre, no ofender a la madre de un hermano, ser buen ekobio, asistir y socorrer a los hermanos enfermos o a los familiares de los muertos, respetar a la mujer de los ekobios, ser hombre a todo, valiente, no afeminado y no dejarse pegar por nadie.
El enorme impacto popular que significó el acatamiento de las normas Abakuá, a la par de contribuir a una organización de las capas más desposeídas, arraigó valores insustituibles dentro del concepto de cubanidad.
A partir de ello se derivan una serie de acontecimientos protagonizados por miembros de la secta, como la protección al General Antonio Maceo durante su presencia clandestina en La Habana, el intento de rescatar a los estudiantes de medicina en 1871 y el apoyo financiero a José Martí en Tampa y Cayo Hueso. Asimismo, figuras como Aracelio Iglesias sintetizan la sostenida presencia abakuá en el movimiento obrero cubano.
Igualmente, dentro del panorama cultural, personalidades como Chano Pozo, Santos Ramírez, Miguel Failde e Ignacio Piñeiro han influido en manifestaciones como la rumba, la conga, el danzón y el son. Cabe señalar también la estimada figura del abakuá Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí.
 
LLEVAR LA LUZ, ¿A LA PARTE OSCURA?
A pesar de los aportes culturales y humanos de los practicantes de estas creencias, estos han ocupado un espacio marginal dentro de la sociedad cubana desde la propaganda negativa, asociada al miedo ante la rebeldía del esclavo en la época colonial, hasta nuestros días.
Entre los jóvenes ser abakuá está “de moda”, muchos de quienes creen que para ingresar en la asociación se deben tener actitudes duras en la calle. Ser conocido como abakuá constituye para ellos un certificado de hombría.
En voz de la juventud vinculada con esta organización se escuchan a menudo frases como “yo soy abakuá, y si alguien me ofende o me hiere tendré que matarlo para limpiar mi honor”.
Adel Nonfal Labrada, Obonecue de Nitongó Efó, manifiesta que en la actualidad, con la creación de nuevas tierras, se ha perdido la selectividad en cuanto a la elección de sus miembros, influyendo en mayor medida el poder económico en lugar de los valores éticos presentes en la planilla de inscripción.
Además la falta de divulgación por parte de los medios de prensa sobre diversas expresiones de las creencias afrocubanas, y específicamente la abakuá, conlleva al desconocimiento e impide distinguir una manifestación cultural afro-ancestral de otra. Ello también permite fortalecer esa falsa concepción del pueblo asociada con la criminalidad, al diabolizar sus prácticas y calificarlos de antisociales, violentos y machistas.
“La sociedad abakuá es un tipo de santería compuesta solo por hombres donde todos son paleros, hay que ser malo y guapo para pertenecer a ella”, opiniones como esta predominan en las calles de Matanzas, aunque en varias ocasiones quienes no practican esta creencia se niegan a hablar del tema con cierto temor.
Quedó corroborado la confusión de términos al referirse a los personajes que engloban la sincrética asociación: santeros, paleros, babalaos y demás, no constituyen sinónimos de abakuá, sin embargo, no significa que se excluyan de la hermandad.
Aunque los miembros de la organización son identificados como personas con bajo nivel y mala imagen pública, parte de la población reconoce a sus principales figuras al presenciar algunas de sus ceremonias dotadas de gran calidad folklórica, destacándose los íremes o diablitos, personajes representativos de su liturgia.
“Estos gesticulan y danzan al compás de tambores, cencerros y sonatas invocando a los espíritus de los antepasados para dar testimonio de la corrección de las ceremonias”, expresa Jonathan Cortadella del Sol, Enkríkamo de Efí Abaracó.
“Además, en los ritos se utilizan trazos con yeso amarillo o blanco, que constituyen un sistema ideográfico de señales, cada una con funciones determinadas para representar jerarquías que integran la estructura de los abakúa y las diferentes potencias”, agrega Cortadella del Sol.
Inmersos en una aparente marginalidad, los abakuá demuestran con sus rituales que cuentan historias a través de cada canto y danza, su fidelidad a las raíces africanas y la increíble capacidad  para atraer gran cantidad de observadores con sus escenas mágico-religiosas.
Con sus ceremonias mantienen viva parte de la riqueza cultural de Matanzas, una luz que en muchas ocasiones pierde vitalidad con el empleo de falsos conceptos y el desapego al Reglamento establecido por la propia organización. (Por: Daymara Rodríguez Sotolongo y Anet Martínez Suárez, estudiantes de Periodismo)

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