La misma vieja mala intención…

Las actuales conversaciones entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos en busca de la apertura de sendas embajadas y la reanudación de relaciones diplomáticas, de ninguna manera han anulado las viejas prácticas norteñas de intentar subvertir el orden constitucional en la Isla y forzar un cambio de régimen a la imagen y semejanza de los dictados de Washington.
Mientras exista la Ley Helms Burton, que dio paso a los programas y presupuestos  para destinar fondos multimillonarios con el objetivo de derrocar a la Revolución, las aviesas intenciones seguirán activas, alimentadas por  proyectos   que el congreso bicameral estadounidense autoriza con tales fines.
No pretendo echar  un cubo de agua helada a quienes confían en el definitivo deshielo de la guerra fría, pero la realidad indica que los personajes de siempre aspiran a utilizar la distención para profundizar sus intenciones desestabilizadoras.
Es menester  recordar a Che, cuando, refiriéndose a la política imperial,  alertaba que no se puede ceder ”ni un tantito así.”
Esta realidad la documenta el  periodista estadounidense Tracey Eaton en su blog en Internet nombrado Along the Malecón, donde suele publicar análisis  sobre el devenir de las relaciones cubano- estadounidenses  dentro de un contexto de leyes, todavía inamovibles, que siguen sustentando el bloqueo económico, comercial y financiero, y otras sogas de nudo corredizo que se mantienen alrededor del cuello de las familias cubanas.
De acuerdo con informes oficiales, las cifras multimillonarias para proyectos desestabilizadores enmarcados en eufemismos democráticos, según el parecer de la filosofía imperial, lejos de menguar, se han incrementado, sin que se escuchen suficientes voces que cuestionen  hasta qué punto tienen derecho los Estados Unidos de seguir inmiscuyéndose en los asuntos internos de Cuba y  financiar  a plumíferos internautas para que propaguen matrices de desinformación, mientras sus funcionarios diplomáticos conversan y conversan  sin darse cuenta, quizás, que sus sonrisas Colgate siguen siendo sardónicas, y detrás de ellas se oculta y trabaja   la misma vieja mala intención. (Por: Roberto Pérez Betancourt)(TVY)(30/06/15)

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