El pensamiento de Fidel Castro, inspirado en el legado político de José Martí, ha signado la lucha revolucionaria desde los días heroicos del Granma y la Sierra Maestra, y a través de los 56 años de poder revolucionario, con premisas inamovibles: la confianza en los jóvenes, el antiimperialismo, el latinoamericanismo y la certeza de que los trabajadores desempeñan un papel fundamental en la preservación de las conquistas revolucionarias.
En ese prolongado período se registran avances sin precedentes en todos los ámbitos del quehacer socioeconómico, político y cultural en su más amplia acepción.
También nuestra historia registra errores, tropiezos y rectificaciones, como en toda obra humana perfectible.
Pero sobre todas las cosas, una frase pronunciada por el líder histórico de la Revolución el 8 de enero de 1959, durante su discurso en Ciudad Libertad, a solo unos días de haber derrocado a la dictadura pro imperialista, signa el principio fundamental de la obra revolucionaria: “Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario”. Con la verdad siempre ha obrado Fidel. La verdad es el gran legado ético de un hombre que dedicó su vida a luchar por los humildes y que hoy, en la antesala de su 89 cumpleaños, el venidero 13 de agosto, sigue siendo el gran comunicador que habla con los jóvenes de estos tiempos como uno más, con la verdad como premisa.
Como él mismo dijera en su discurso ante el Parlamento el 25 de febrero de 2013: “Cada año de resistencia desde 1959 fue una victoria que nuestro país tiene derecho a proclamar… millones de cubanos han consagrado su juventud y su vida. Una cifra lo expresa todo: a ochocientas mil personas se eleva el número de los cubanos que han cumplido abnegadas misiones internacionalistas…”
Y en otra parte de su discurso, subrayaba Fidel: “La gran batalla que, de acuerdo a lo que me contaba Raúl hace unos días, se impone, es la necesidad de una lucha enérgica y sin tregua contra los malos hábitos y los errores que en las más diversas esferas cometen diariamente muchos ciudadanos, incluso militantes”.
Obviamente, es un implícito llamado de atención y una invitación a la reflexión que nos hace el Fidel de hoy y de mañana, dirigido a todos, y que en este minuto conserva plena vigencia.
Roberto Pérez Betancourt
En ese prolongado período se registran avances sin precedentes en todos los ámbitos del quehacer socioeconómico, político y cultural en su más amplia acepción.
También nuestra historia registra errores, tropiezos y rectificaciones, como en toda obra humana perfectible.
Pero sobre todas las cosas, una frase pronunciada por el líder histórico de la Revolución el 8 de enero de 1959, durante su discurso en Ciudad Libertad, a solo unos días de haber derrocado a la dictadura pro imperialista, signa el principio fundamental de la obra revolucionaria: “Decir la verdad es el primer deber de todo revolucionario”. Con la verdad siempre ha obrado Fidel. La verdad es el gran legado ético de un hombre que dedicó su vida a luchar por los humildes y que hoy, en la antesala de su 89 cumpleaños, el venidero 13 de agosto, sigue siendo el gran comunicador que habla con los jóvenes de estos tiempos como uno más, con la verdad como premisa.
Como él mismo dijera en su discurso ante el Parlamento el 25 de febrero de 2013: “Cada año de resistencia desde 1959 fue una victoria que nuestro país tiene derecho a proclamar… millones de cubanos han consagrado su juventud y su vida. Una cifra lo expresa todo: a ochocientas mil personas se eleva el número de los cubanos que han cumplido abnegadas misiones internacionalistas…”
Y en otra parte de su discurso, subrayaba Fidel: “La gran batalla que, de acuerdo a lo que me contaba Raúl hace unos días, se impone, es la necesidad de una lucha enérgica y sin tregua contra los malos hábitos y los errores que en las más diversas esferas cometen diariamente muchos ciudadanos, incluso militantes”.
Obviamente, es un implícito llamado de atención y una invitación a la reflexión que nos hace el Fidel de hoy y de mañana, dirigido a todos, y que en este minuto conserva plena vigencia.
Roberto Pérez Betancourt
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