Estos niños de rostros pícaros, inteligentes y en ocasiones tímidos, hicieron gala de sus dotes como educandos, al tiempo que regalaron a sus familiares y maestros una mañana repleta de emociones.
Durante el festín no faltó el oportuno reconocimiento a la paciencia, el amor y el esmero de quienes de una forma u otra hicieron posible este encuentro.
Ya vencido el primer grado, estos infantes se empinan, para continuar por las sendas del saber y demostrar cuán inteligentes y entusiastas son los pioneros cubanos. (Por:Yanet Peña Acosta)
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