Unica foto que se conserva de la planta termo marítima, referida al momento de su inauguración, 6 de octubre de 1930 |
Matanzas y Cuba se instituyeron en primicia mundial el distante 6 de octubre de 1930. Ese día, ante autoridades de la política, una bien nutrida representación de integrantes de la Academia de La Habana, de las Sociedades Geográfica y de Ingenieros de Cuba y por supuesto de la prensa que contó hasta con el corresponsal en la Mayor de las Antillas de la revista L’Ilustration, se puso en marcha la primera planta termo-marítima del orbe. El científico francés George Claude (1870-1960), con la sobriedad acostumbrada, pero sin disimular el éxtasis que le propinaba el momento, demostraba ante atónitos ojos, la certeza de las ideas de su profesor, el también galo J.A. D Arsonval (1851-1940) quien tempranamente vislumbró las enormes reservas de energía que ofrece el océano. Como era de esperar, Claude le incorpora -cosa muy natural de los mejores alumnos- , algunas mejoras al ciclo termodinámico y en lugar del cerrado de D Arsonval, propuso el abierto, hoy conocido por el de Claude, por sus incuestionables ventajas. La idea consistía en aprovechar las significativas diferencias de temperaturas entre la superficie de la bahía de Matanzas y sus aguas profundas, estimadas en aquel entonces entre los 20 y 25 grados a nivel del mar y entre los 4 y 7 grados Celsius a casi un kilómetro de profundidad. La empresa era bien sencilla en términos científicos –lo realmente difícil era teorizar y esbozarla en un primer momento- y consistía en utilizar las aguas de la superficie para evaporar un líquido de bajo punto de ebullición, -en ese caso el amoníaco- y utilizar los vapores de este para poner en funcionamiento un turbogenerador y !voilá!: Se hace la luz; siempre y cuando se mantenga ininterrumpidamente un ciclo de evaporación y enfriamiento. La maravilla científica se mantuvo por espacio de 90 días entregando alrededor de 300 kilowatts hora, hasta que, como suele ocurrir en el trópico, un sitio de abundantes calores, se gestase por parte de la naturaleza y siempre en franca competencia con el hombre …un inoportuno huracán que en pocos minutos arruinó el ingenio. El costo de la inversión, que de veras fue significativo, puesto que se elevó a poco más de un millón de pesos -imaginar en 1930 un millón de pesos oro- fue comidilla entre los de poca luz, quienes cuestionaban la llamada factibilidad, cuando de lo que se trababa o proponía Claude, era la demostración de una teoría. Gracias a esta certificación y aunque ha tenido un lento desarrollo mundial, hoy la explotan con altos niveles de eficiencia naciones como los Estados Unidos, Japón, Taiwán y la India. Por cierto, el experimento de Claude requirió no solo de invertir en la planta, sino también en la compra de un yate para sostener los tubos hasta una buena profundidad y la instalación de una línea trifásica y otra telefónica desde el sitio hasta la ciudad de Matanzas.
Pero a pesar de los pesares y las objeciones, siempre abundantes ante hechos relevantes, las academias de ciencias de París y La Habana confirmaron el experimento matancero en la categoría de «hecho probado», y en la noche del 9 de octubre en la sede de la Academia capitalina fue felicitado el científico galo. Hoy solo queda, a suerte de incuestionables evidencias de la primicia mundial, una poceta de enfriamiento y algunos conductos labrados en duro diente de perro de la costa y el olvido o transfiguración del hecho histórico porque los yumurinos nombran el lugar como la piscina de míster Claude, cuando en apego a la realidad debería ser, la piscina de Monsieur Claude. (Por: José Miguel Solís)
La llamada piscina de Mister Claude es en realidad el enfriadero de la planta |
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