Invente una definición de amor impensada hasta hoy. Dibuje una metáfora para ejemplificar su sentimiento y no tiemble ante el temor de la cursilería y la risa irónica. Si se atreve podrá afirmar que está enamorado.
Cada 14 de febrero se celebra el Día de los enamorados. ¿Por qué esa fecha? Numerosas leyendas tratan de explicarlo. La más antigua data del año 273 y refiere el martirologio del obispo Valentino, encarcelado y condenado a muerte por el emperador Claudio por negarse a adorar 12 mitológicos dioses oficiales.
El carcelero, enterado de que Valentino era hombre de letras, llevó hasta él a su hija Julia, ciega de nacimiento, para que en periódicas visitas aprendiera del sabio.
La fe y el amor lograron el milagro y la muchacha pudo ver la luz del sol la víspera de la ejecución de su mentor.
Ella plantó un almendro de flores rosadas junto a la tumba del que sería canonizado. Desde entonces, ese sitio, en Terni, Italia, es objeto de peregrinación por parte de quienes aman, sufren y suplican, y por otros que van a dar gracias porque hallaron la felicidad de un sentimiento compartido.
La fecha se universalizó y devino fiesta del amor, día de instantes mágicos para que en muchos códigos de lenguaje se exprese ese sentimiento natural que trasciende el acto de conservar la especie y se explicita a amigos, parientes, amantes...
Así es en Venecia y en Moscú, en Nueva York, en Tokio y Budapest, en Cali y en Hanoi, en La Habana y en todas las provincias y aldeas.
Donde quiera que haya un parque, un simple banco, o crezca un árbol, habrá un refugio natural para cobijar a quienes se profesan amor.
Por supuesto, en cada región existen sitios especiales y costumbres arraigadas. En la ciudad de Matanzas --100 kilómetros al este de la capital cubana-- algunos románticos visitan a José Jacinto Milanés, poeta lírico del siglo XIX que enloqueció de amor, y colocan flores ante su estatua de bronce en el parque que lleva su nombre a un costado de la Catedral católica.
Hay quienes prefieren los grises anocheceres, junto a la paz de los ríos que cruzan la urbe, y otros van a la orilla del mar para contemplar la luna jugueteando en las aguas de la bahía y escuchar el retozo de las olas al entregarse en la playa.
Dicen los abuelos que antaño los jóvenes solían pasear por las aceras exteriores del parque de La Libertad y, al igual que en semejantes sitios de otras poblaciones, las muchachas andaban en un sentido y los varones en otro, cada cual buscando el flechazo de pupilas reveladoras de simpatías.
Todos los enamorados tienen algo que ofrecer en su día. El regalo más sentido sigue siendo una corta frase. Si usted es capaz de pronunciarla sin temblar, no albergue la menor duda, esta enamorado: Simplemente diga: "te amo", y el cielo se abrirá.
Roberto Pérez Betancourt
Cada 14 de febrero se celebra el Día de los enamorados. ¿Por qué esa fecha? Numerosas leyendas tratan de explicarlo. La más antigua data del año 273 y refiere el martirologio del obispo Valentino, encarcelado y condenado a muerte por el emperador Claudio por negarse a adorar 12 mitológicos dioses oficiales.
El carcelero, enterado de que Valentino era hombre de letras, llevó hasta él a su hija Julia, ciega de nacimiento, para que en periódicas visitas aprendiera del sabio.
La fe y el amor lograron el milagro y la muchacha pudo ver la luz del sol la víspera de la ejecución de su mentor.
Ella plantó un almendro de flores rosadas junto a la tumba del que sería canonizado. Desde entonces, ese sitio, en Terni, Italia, es objeto de peregrinación por parte de quienes aman, sufren y suplican, y por otros que van a dar gracias porque hallaron la felicidad de un sentimiento compartido.
La fecha se universalizó y devino fiesta del amor, día de instantes mágicos para que en muchos códigos de lenguaje se exprese ese sentimiento natural que trasciende el acto de conservar la especie y se explicita a amigos, parientes, amantes...
Así es en Venecia y en Moscú, en Nueva York, en Tokio y Budapest, en Cali y en Hanoi, en La Habana y en todas las provincias y aldeas.
Donde quiera que haya un parque, un simple banco, o crezca un árbol, habrá un refugio natural para cobijar a quienes se profesan amor.
Por supuesto, en cada región existen sitios especiales y costumbres arraigadas. En la ciudad de Matanzas --100 kilómetros al este de la capital cubana-- algunos románticos visitan a José Jacinto Milanés, poeta lírico del siglo XIX que enloqueció de amor, y colocan flores ante su estatua de bronce en el parque que lleva su nombre a un costado de la Catedral católica.
Hay quienes prefieren los grises anocheceres, junto a la paz de los ríos que cruzan la urbe, y otros van a la orilla del mar para contemplar la luna jugueteando en las aguas de la bahía y escuchar el retozo de las olas al entregarse en la playa.
Dicen los abuelos que antaño los jóvenes solían pasear por las aceras exteriores del parque de La Libertad y, al igual que en semejantes sitios de otras poblaciones, las muchachas andaban en un sentido y los varones en otro, cada cual buscando el flechazo de pupilas reveladoras de simpatías.
Todos los enamorados tienen algo que ofrecer en su día. El regalo más sentido sigue siendo una corta frase. Si usted es capaz de pronunciarla sin temblar, no albergue la menor duda, esta enamorado: Simplemente diga: "te amo", y el cielo se abrirá.
Roberto Pérez Betancourt
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