«Recuerdo cuando fui a despedir a mi hermano al aeropuerto, era un niño, de 7 años de edad, recuerdo su mirada cuando se despedía, la cara de mi madre que pretendía hacer parecer que no pasaba nada. Yo no tenía conciencia entonces que nunca más iba a volver a ver a mi hermano vivo, aquella fue la última imagen de mi hermano».
Así cuenta un pedazo de su historia personal la cineasta cubana Marina Ochoa, quien en el momento que se hace esta entrevista asume la realización del documental Never ever Peter Pan. Ella no solo sufrió la separación de su hermano, sino que fue una de las niñas que tuvo en sus manos una visa que pudo llevarla a un destino muy similar. Hoy es una mujer cubana que desde el séptimo arte, se ha acercado a un fenómeno, a un suceso que describe como «muy complejo».
Me recibe en su casa en el Vedado. Después de la presentación, pues solo nos conocíamos por teléfono, empieza a detallarme los orígenes de la llamada Operación Peter Pan.
Todo comienza con un grupo de padres influyentes conectados con embajadas y después es que la CIA se monta en eso para diseñar la Operación. Muchas de las familias más influyentes tenían a sus hijos estudiando en el Ruston Academy, en La Habana, cuyo director era el norteamericano James Baker. Muchos de aquellos padres querían hacer contrarrevolución, pero tenían miedo de que el «régimen» tomara represalias contra sus hijos, porque eso es lo que esperaban del comunismo, la represión. Tienen entonces la idea de enviarlos a los Estados Unidos hasta que cayera el gobierno de Fidel Castro.
James Baker sale del país para contactar a los directivos de la Cámara Americana de Comercio de La Habana que se encontraban reunidos en Estados Unidos. Ahí le dicen que vaya a visitar al sacerdote Bryan O. Walsh que él tenía experiencia pues había sacado niños de Hungría en los años 50. Fue un plan que se pensó inicialmente para los niños el Ruston.
Entre James Baker y el católico Walsh, quien era director ejecutivo de Catholic Welfare Bureau, prepararon los primeros pasos. Era necesario obtener visas norteamericanas para estudiantes, por tanto debía existir un centro educativo que certificara la admisión de las niñas y niños cubanos. En diciembre de 1960, el Coral Gables High School en Miami, asumiría este rol.
En entrevistas anteriores usted cuenta que fue una de esas niñas que tuvo visa «waivers» en sus manos y no se fue. ¿Por qué?
No me fui porque simplemente tenía una percepción negativa de los Estados Unidos. Mi papá viajaba mucho allá y se tomaba fotos en blanco y negro con los monumentos yanquis. Él admiraba mucho la historia de ese país y su modelo de sociedad. Pero aquellas fotos, con nieve y él con abrigo, eran fotos tristes. Por eso para mí aquella era una sociedad gris, sin colores. La realidad de aquel país no eran los colores de las revistas, sino las fotos de mi papá. Además yo había nacido en una sociedad blanca, racista, agobiante y aburrida. Entonces, cuando triunfa la Revolución, todo fue alegría y colores, era como si las calles tomaran vida.
Aquellos últimos años de la dictadura fueron muy fuertes. Mi papá era Juez de Instrucción y tuvo que levantar las actas de las Pascuas Sangrientas. Los muertos eran personas que él conocía. Recuerdo que se derrumbó y empezó a llorar. Aquel era entonces el Holguín en que yo vivía, una ciudad en luto. 1959 significó un carrusel de colores. La alegría y el cambio yo lo asocié con la revolución. No fue nada conceptual, solo me apropié de pinceladas.
Su destino fue muy distinto al de otros hermanos suyos, ¿qué pasó con Javier Ochoa?
Mi papá tuvo 7 hijos de matrimonios anteriores. Dos fueron Peter Pan. Hijos de mi mamá éramos solo 4. Entonces decidieron enviar al más pequeño hacia los Estados Unidos. Tenían esperanza. Mis padres esperaban una invasión donde iban a ganar ellos y entonces tendrían a sus hijos de vuelta. La idea que estaba en la mente de muchos padres no era reunirse allá, sino aquí. De aquella separación mi mamá nunca se sobrepuso. Tiempo después de su partida, uno de mis hermanos tuvo un niño, mi sobrino, y ella hizo un proceso de sustitución y veía en su nieto, el hijo aquel que perdió. Fue la forma que encontró para lidiar con la separación. Mi hermano murió en 1990 sin que ninguno de nosotros pudiera verlo otra vez.
En 1995 usted decide hacer un primer documental sobre la Operación Peter Pan, «Del otro lado del Cristal». ¿Aquella decisión fue un reto profesional o una deuda personal con su hermano?
Cuando mi hija cumplió 7 años, habían pasado 30 años desde que mi hermano siendo un Peter Pan, abandonó la Isla con una edad similar. Como madre no podía entender como alguien puede abandonar a su hijo y enviarlo a un país extranjero sin tener la certeza del reencuentro familiar.
Coincidió entonces que desde Miami empezaron a celebrar la fecha y lo hicieron contando una historia inverosímil y tergiversada. Una celebración demasiado apologética, premiando el sacrificio de los padres, el éxito de los niños que crecieron allá, etc. Parecía que estuviesen narrando una novela rosa y eso me molestó. Era un cuento de hadas fundamentalista, entrevistaban a todos los que habían sido exitosos, socialmente hablando, y no se hablaba de la dura huella que dejó en ellos haberse separado brutalmente de sus padres.
Aquella triste celebración me hizo pensar que era importante hacer algo que mostrara las realidades y consecuencias de la Operación Peter Pan. Ya desde antes yo estaba al tanto de las cosas que sobre el tema salían publicadas allá. Varios amigos me enviaban recortes de periódicos y otros venían y me contaban.
En el año 1992 o 1993, le presenté un proyecto a Alfredo (Guevara) mi concepción de cómo sería el documental. Él recién llegaba de la UNESCO. Después de aprobada la idea, es que se incorpora Guillermo y el proyecto lo concluimos juntos. Nuestras intenciones eran memorizar y relatar situaciones personales o familiares. Aunque fuese de modo informal, pero había que hacer un documental cubano. Ya en aquel momento existía una serie de televisión de muy mal gusto realizada en Estados Unidos. También habían estrenado el documental The lost apple, que fue encargado por el gobierno estadounidense, en el que se visitaban los campamentos y entrevistaban a algunos protagonistas.
Fue por eso que hicimos Del otro lado…, porque había que contar la historia desde Cuba. Pero el tema no quedó agotado con aquel audiovisual. Después de recopilar todos aquellos testimonios faltaban muchas preguntas por responder: ¿por qué una familia cubana tomaría tal decisión? ¿Qué pasó aquí para que una madre sobreprotectora decidiera separarse de su hijo sin ninguna otra garantía que la posibilidad de un reencuentro? ¿Cómo es posible desprenderse de hijos de 7, 8, 9 años, incluso de un bebé de meses?
Es entonces que decide hacer Never ever Peter Pan. ¿Podría contarme detalles de la producción de este nuevo documental?
Empezamos en junio de 2012. Filmé primero en Cuba y después en Venezuela, Jamaica y Estados Unidos.
A Venezuela fuimos porque en el año 2012 se intentó poner en práctica una operación similar. Uno de los primeros que se percató de la situación fue Germán Sánchez, quien era embajador allí. También fue decisiva la actitud de un sacerdote chavista, de origen cubano que había sido uno de los niños Peter Pan y que incluso aquí en Cuba había lanzado volantes contra el gobierno mientras estudiaba en una escuela católica. Él, que había sufrido la triste separación familiar en carne propia y que ahora después de 40 años simpatizaba con Chávez, alertó al gobierno venezolano y de conjunto con las autoridades, impidieron la reedición de una operación similar a la que en la década del 60 se hiciera en Cuba. La nueva operación fue diseñada desde Miami.
A Jamaica fuimos porque en el libro Operación Peter Pan de Ramón Torreira Crespo y José Buajasán Marrawi, aparece abierta la ruta de Jamaica. Para allá fuimos entonces. Primero un amigo investigador del ICAIC fue delante en condición de productor asistente para identificar posibles personajes a entrevistar y los materiales que necesitábamos. El equipo llegó una semana después y empezamos a filmar. Tuvimos la suerte de que el administrador de los archivos del arzobispado de Kingston nos dejó filmar sin nadie que nos supervisara. Al principio el señor se mostró renuente, dijo que solo después de hablar personalmente conmigo nos autorizaría. Desayunamos juntos y dijo: «Hoy mismo a las 2 de la tarde». Nos dejó solas a las tres, la camarógrafa, la sonidista y yo. Lo filmé todo, todos los documentos. No solo lo que usaré en el documental. Tengo la certeza de que cuando estoy investigando lo hago no solo para mí sino para mi país.
A los Estados Unidos fuimos buscando información del arzobispado de New York. Pudimos acceder a la información sin contratiempos, allí tú pagas y te dan una copia de los documentos que pidas sin importar el contenido. Se hizo la selección y nos los enviaron a Miami, que era el lugar donde nos estábamos quedando. Pero todo no fue satisfactorio, por ejemplo intentamos contactar en los Ángeles con un grupo de niños Peter Pan pero se negaron; y en Miami íbamos a visitar los lugares de los campamentos y también se negaron.
Algo positivo fue que logré entrevistar a Ileana Fuentes, quien es una figura importante allá en el exilio, una fuerte activista feminista y autora del libro Cuba sin caudillo. Ella le había negado la entrevista a Estela Bravo pero yo sabía que a mí sí me la iba a dar. En 1994, cuando el anterior documental, ella me comentó que si yo no me hubiese quedado en Cuba y me hubiera marchado cuando mis padres lo pensaron, hubiese sido igual que ella. Había cierta simpatía. Hicimos muy buena conexión y la entrevista salió.
Después de todo ese recorrido investigativo, ¿cuáles son las principales diferencias en cuanto al enfoque de este nuevo documental y Del otro lado del cristal?
Este nuevo documental, más que buscar testimonios, trata de entender la complejidad de diversas situaciones que influyeron en el fenómeno que hoy conocemos como Operación Peter Pan. A veces escribimos cosas muy a tono con la idea «yo tengo toda la verdad en La Habana» y no creo que sea así. Hay algunos libros que ven el fenómeno de una forma muy académica y la realidad fue más compleja.
Existía un miedo real que lo inició todo. Contarlo y entenderlo es la idea central de Never ever Peter Pan, un documental que ya se encuentra en su fase final de realización.
¿Qué ocurrió? Porque la propaganda por sí sola no logra eso. El éxodo es insólito en toda América. La Iglesia cuanta cerca de 15 mil niños pero fueron más, salieron muchos más. Ellos censaron los de sus programas pero salieron por otras iglesias, por terceros países. Ningún otro país ha sufrido un fenómeno de esa magnitud.
La idea de esta propuesta es responder a las preguntas, cómo y por qué se asustó la familia cubana. ¿Por qué las cubanas y cubanos de clase media, temían al protagonismo que estaban asumiendo los negros en el proceso revolucionario? ¿Por qué no entendían aquello de las milicias? ¿Por qué temían que el gobierno les diera armas a las mujeres? También influyeron diversos factores: el papel de la iglesia católica, la radicalidad de las medidas revolucionarias, el crecimiento de los sabotajes, la propaganda de Radio Swan, la impresión de la falsa ley que quitaría a los padres la Patria Potestad.
Cuando se destapa el éxodo masivo es que interviene el Departamento de Estado. En mi opinión, aquí no se percataron de la magnitud de la operación en medio de la convulsa realidad que vivía el país. Pero lo que quiero mostrar es precisamente la atmosfera anterior. Lo que pasó en Cuba que hizo que la gente reaccionara así. Sin quitarle responsabilidad, por supuesto, a los que organizaron la Operación.
Del proceso de realización, ¿recuerda alguna entrevista en particular?
Entrevistas intensas han sido muchas. En algunas todo el equipo ha terminado llorando. Incluso aquellos entrevistados que no les fue mal profesionalmente o los que estudiaron en universidades importantes, también sufrieron la separación. Estos no fueron los niños húngaros. Alex López nos contó, por ejemplo, las violaciones que sufrió por parte de los curas, un testimonio que ya le había contado a Estela pero que sigue siendo impresionante. O el testimonio desgarrador de Silvia Correa, a quien ya habíamos entrevistado para Del otro lado… La huella que dejó en estos niños la operación Peter Pan es como una herida que se cierra en falso, por suave que la toques, vuelve a sangrar. Hay otros que ni siquiera vienen a Cuba por temor a lo que les pueda pasar emocionalmente.
Tengo entendido que también valoró la posibilidad de filmar en España y en Inglaterra, pero no lo hizo para no atrasar la producción de Never ever… ¿se trata de alguna pista en particular que desea seguir?
A España quería ir porque fue otra de las salidas que más utilizaron para sacar a los niños de Cuba. También salieron por Bahamas y otros países terceros que fueron utilizados con este fin. Por eso es que aunque las estadísticas recogen 14 mil, deben haber sido varios miles más los que salieron durante todo este periodo que duró la operación.
A Inglaterra si iría para seguir la pista de uno de los personajes más enigmáticos de todo este proceso, Penny Powers. Ella llegó a Cuba a finales de los años 40, cuando Goar Mestre, quien era director de la CMQ, la trae como niñera. Después de triunfo, cuando James Baker, el director del Ruston, promovió la escuela en Miami que permitiría sacar a los niños fuera de Cuba, Peny Powers era profesora en esta escuela. Yo sostengo la teoría de que ella pudo ser uno de los cerebros de la operación pues tenía amplia experiencia sacando niños judíos de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Según Torreira y Buajasán ella era agente de la CIA. Yo creo que ella era realmente de la inteligencia británica, y un hecho que lo confirma era su desprecio hacia los norteamericanos. Eso sí, también era extremadamente anticomunista. Ella está muy relacionada con el origen de la Operación. Y para mí sigue siendo un personaje enigmático. Ella creó la escuela para hijos de diplomáticos en La Habana y murió en Cuba en 1993.
¿Contenta de su vida en Cuba y no haber utilizado la visa que la hubiese convertido en una niña Peter Pan?
La decisión de quedarme fue por instinto y no me arrepiento. Ha salido muchas veces de Cuba, mi hija vive en Francia, el resto de mi familia en los Estados Unidos. Siempre he regresado y siempre lo haré. Tuve y tengo la idea de que este era mi rompecabezas y yo era una piececita que solo encajaba aquí. (Por:
Rodolfo Romero Reyes. Tomado de Cubadebate)(07/01/15)
Así cuenta un pedazo de su historia personal la cineasta cubana Marina Ochoa, quien en el momento que se hace esta entrevista asume la realización del documental Never ever Peter Pan. Ella no solo sufrió la separación de su hermano, sino que fue una de las niñas que tuvo en sus manos una visa que pudo llevarla a un destino muy similar. Hoy es una mujer cubana que desde el séptimo arte, se ha acercado a un fenómeno, a un suceso que describe como «muy complejo».
Me recibe en su casa en el Vedado. Después de la presentación, pues solo nos conocíamos por teléfono, empieza a detallarme los orígenes de la llamada Operación Peter Pan.
Todo comienza con un grupo de padres influyentes conectados con embajadas y después es que la CIA se monta en eso para diseñar la Operación. Muchas de las familias más influyentes tenían a sus hijos estudiando en el Ruston Academy, en La Habana, cuyo director era el norteamericano James Baker. Muchos de aquellos padres querían hacer contrarrevolución, pero tenían miedo de que el «régimen» tomara represalias contra sus hijos, porque eso es lo que esperaban del comunismo, la represión. Tienen entonces la idea de enviarlos a los Estados Unidos hasta que cayera el gobierno de Fidel Castro.
James Baker sale del país para contactar a los directivos de la Cámara Americana de Comercio de La Habana que se encontraban reunidos en Estados Unidos. Ahí le dicen que vaya a visitar al sacerdote Bryan O. Walsh que él tenía experiencia pues había sacado niños de Hungría en los años 50. Fue un plan que se pensó inicialmente para los niños el Ruston.
Entre James Baker y el católico Walsh, quien era director ejecutivo de Catholic Welfare Bureau, prepararon los primeros pasos. Era necesario obtener visas norteamericanas para estudiantes, por tanto debía existir un centro educativo que certificara la admisión de las niñas y niños cubanos. En diciembre de 1960, el Coral Gables High School en Miami, asumiría este rol.
En entrevistas anteriores usted cuenta que fue una de esas niñas que tuvo visa «waivers» en sus manos y no se fue. ¿Por qué?
No me fui porque simplemente tenía una percepción negativa de los Estados Unidos. Mi papá viajaba mucho allá y se tomaba fotos en blanco y negro con los monumentos yanquis. Él admiraba mucho la historia de ese país y su modelo de sociedad. Pero aquellas fotos, con nieve y él con abrigo, eran fotos tristes. Por eso para mí aquella era una sociedad gris, sin colores. La realidad de aquel país no eran los colores de las revistas, sino las fotos de mi papá. Además yo había nacido en una sociedad blanca, racista, agobiante y aburrida. Entonces, cuando triunfa la Revolución, todo fue alegría y colores, era como si las calles tomaran vida.
Aquellos últimos años de la dictadura fueron muy fuertes. Mi papá era Juez de Instrucción y tuvo que levantar las actas de las Pascuas Sangrientas. Los muertos eran personas que él conocía. Recuerdo que se derrumbó y empezó a llorar. Aquel era entonces el Holguín en que yo vivía, una ciudad en luto. 1959 significó un carrusel de colores. La alegría y el cambio yo lo asocié con la revolución. No fue nada conceptual, solo me apropié de pinceladas.
Su destino fue muy distinto al de otros hermanos suyos, ¿qué pasó con Javier Ochoa?
Mi papá tuvo 7 hijos de matrimonios anteriores. Dos fueron Peter Pan. Hijos de mi mamá éramos solo 4. Entonces decidieron enviar al más pequeño hacia los Estados Unidos. Tenían esperanza. Mis padres esperaban una invasión donde iban a ganar ellos y entonces tendrían a sus hijos de vuelta. La idea que estaba en la mente de muchos padres no era reunirse allá, sino aquí. De aquella separación mi mamá nunca se sobrepuso. Tiempo después de su partida, uno de mis hermanos tuvo un niño, mi sobrino, y ella hizo un proceso de sustitución y veía en su nieto, el hijo aquel que perdió. Fue la forma que encontró para lidiar con la separación. Mi hermano murió en 1990 sin que ninguno de nosotros pudiera verlo otra vez.
En 1995 usted decide hacer un primer documental sobre la Operación Peter Pan, «Del otro lado del Cristal». ¿Aquella decisión fue un reto profesional o una deuda personal con su hermano?
Cuando mi hija cumplió 7 años, habían pasado 30 años desde que mi hermano siendo un Peter Pan, abandonó la Isla con una edad similar. Como madre no podía entender como alguien puede abandonar a su hijo y enviarlo a un país extranjero sin tener la certeza del reencuentro familiar.
Coincidió entonces que desde Miami empezaron a celebrar la fecha y lo hicieron contando una historia inverosímil y tergiversada. Una celebración demasiado apologética, premiando el sacrificio de los padres, el éxito de los niños que crecieron allá, etc. Parecía que estuviesen narrando una novela rosa y eso me molestó. Era un cuento de hadas fundamentalista, entrevistaban a todos los que habían sido exitosos, socialmente hablando, y no se hablaba de la dura huella que dejó en ellos haberse separado brutalmente de sus padres.
Aquella triste celebración me hizo pensar que era importante hacer algo que mostrara las realidades y consecuencias de la Operación Peter Pan. Ya desde antes yo estaba al tanto de las cosas que sobre el tema salían publicadas allá. Varios amigos me enviaban recortes de periódicos y otros venían y me contaban.
En el año 1992 o 1993, le presenté un proyecto a Alfredo (Guevara) mi concepción de cómo sería el documental. Él recién llegaba de la UNESCO. Después de aprobada la idea, es que se incorpora Guillermo y el proyecto lo concluimos juntos. Nuestras intenciones eran memorizar y relatar situaciones personales o familiares. Aunque fuese de modo informal, pero había que hacer un documental cubano. Ya en aquel momento existía una serie de televisión de muy mal gusto realizada en Estados Unidos. También habían estrenado el documental The lost apple, que fue encargado por el gobierno estadounidense, en el que se visitaban los campamentos y entrevistaban a algunos protagonistas.
Fue por eso que hicimos Del otro lado…, porque había que contar la historia desde Cuba. Pero el tema no quedó agotado con aquel audiovisual. Después de recopilar todos aquellos testimonios faltaban muchas preguntas por responder: ¿por qué una familia cubana tomaría tal decisión? ¿Qué pasó aquí para que una madre sobreprotectora decidiera separarse de su hijo sin ninguna otra garantía que la posibilidad de un reencuentro? ¿Cómo es posible desprenderse de hijos de 7, 8, 9 años, incluso de un bebé de meses?
Es entonces que decide hacer Never ever Peter Pan. ¿Podría contarme detalles de la producción de este nuevo documental?
Empezamos en junio de 2012. Filmé primero en Cuba y después en Venezuela, Jamaica y Estados Unidos.
A Venezuela fuimos porque en el año 2012 se intentó poner en práctica una operación similar. Uno de los primeros que se percató de la situación fue Germán Sánchez, quien era embajador allí. También fue decisiva la actitud de un sacerdote chavista, de origen cubano que había sido uno de los niños Peter Pan y que incluso aquí en Cuba había lanzado volantes contra el gobierno mientras estudiaba en una escuela católica. Él, que había sufrido la triste separación familiar en carne propia y que ahora después de 40 años simpatizaba con Chávez, alertó al gobierno venezolano y de conjunto con las autoridades, impidieron la reedición de una operación similar a la que en la década del 60 se hiciera en Cuba. La nueva operación fue diseñada desde Miami.
A Jamaica fuimos porque en el libro Operación Peter Pan de Ramón Torreira Crespo y José Buajasán Marrawi, aparece abierta la ruta de Jamaica. Para allá fuimos entonces. Primero un amigo investigador del ICAIC fue delante en condición de productor asistente para identificar posibles personajes a entrevistar y los materiales que necesitábamos. El equipo llegó una semana después y empezamos a filmar. Tuvimos la suerte de que el administrador de los archivos del arzobispado de Kingston nos dejó filmar sin nadie que nos supervisara. Al principio el señor se mostró renuente, dijo que solo después de hablar personalmente conmigo nos autorizaría. Desayunamos juntos y dijo: «Hoy mismo a las 2 de la tarde». Nos dejó solas a las tres, la camarógrafa, la sonidista y yo. Lo filmé todo, todos los documentos. No solo lo que usaré en el documental. Tengo la certeza de que cuando estoy investigando lo hago no solo para mí sino para mi país.
A los Estados Unidos fuimos buscando información del arzobispado de New York. Pudimos acceder a la información sin contratiempos, allí tú pagas y te dan una copia de los documentos que pidas sin importar el contenido. Se hizo la selección y nos los enviaron a Miami, que era el lugar donde nos estábamos quedando. Pero todo no fue satisfactorio, por ejemplo intentamos contactar en los Ángeles con un grupo de niños Peter Pan pero se negaron; y en Miami íbamos a visitar los lugares de los campamentos y también se negaron.
Algo positivo fue que logré entrevistar a Ileana Fuentes, quien es una figura importante allá en el exilio, una fuerte activista feminista y autora del libro Cuba sin caudillo. Ella le había negado la entrevista a Estela Bravo pero yo sabía que a mí sí me la iba a dar. En 1994, cuando el anterior documental, ella me comentó que si yo no me hubiese quedado en Cuba y me hubiera marchado cuando mis padres lo pensaron, hubiese sido igual que ella. Había cierta simpatía. Hicimos muy buena conexión y la entrevista salió.
Después de todo ese recorrido investigativo, ¿cuáles son las principales diferencias en cuanto al enfoque de este nuevo documental y Del otro lado del cristal?
Este nuevo documental, más que buscar testimonios, trata de entender la complejidad de diversas situaciones que influyeron en el fenómeno que hoy conocemos como Operación Peter Pan. A veces escribimos cosas muy a tono con la idea «yo tengo toda la verdad en La Habana» y no creo que sea así. Hay algunos libros que ven el fenómeno de una forma muy académica y la realidad fue más compleja.
Existía un miedo real que lo inició todo. Contarlo y entenderlo es la idea central de Never ever Peter Pan, un documental que ya se encuentra en su fase final de realización.
¿Qué ocurrió? Porque la propaganda por sí sola no logra eso. El éxodo es insólito en toda América. La Iglesia cuanta cerca de 15 mil niños pero fueron más, salieron muchos más. Ellos censaron los de sus programas pero salieron por otras iglesias, por terceros países. Ningún otro país ha sufrido un fenómeno de esa magnitud.
La idea de esta propuesta es responder a las preguntas, cómo y por qué se asustó la familia cubana. ¿Por qué las cubanas y cubanos de clase media, temían al protagonismo que estaban asumiendo los negros en el proceso revolucionario? ¿Por qué no entendían aquello de las milicias? ¿Por qué temían que el gobierno les diera armas a las mujeres? También influyeron diversos factores: el papel de la iglesia católica, la radicalidad de las medidas revolucionarias, el crecimiento de los sabotajes, la propaganda de Radio Swan, la impresión de la falsa ley que quitaría a los padres la Patria Potestad.
Cuando se destapa el éxodo masivo es que interviene el Departamento de Estado. En mi opinión, aquí no se percataron de la magnitud de la operación en medio de la convulsa realidad que vivía el país. Pero lo que quiero mostrar es precisamente la atmosfera anterior. Lo que pasó en Cuba que hizo que la gente reaccionara así. Sin quitarle responsabilidad, por supuesto, a los que organizaron la Operación.
Del proceso de realización, ¿recuerda alguna entrevista en particular?
Entrevistas intensas han sido muchas. En algunas todo el equipo ha terminado llorando. Incluso aquellos entrevistados que no les fue mal profesionalmente o los que estudiaron en universidades importantes, también sufrieron la separación. Estos no fueron los niños húngaros. Alex López nos contó, por ejemplo, las violaciones que sufrió por parte de los curas, un testimonio que ya le había contado a Estela pero que sigue siendo impresionante. O el testimonio desgarrador de Silvia Correa, a quien ya habíamos entrevistado para Del otro lado… La huella que dejó en estos niños la operación Peter Pan es como una herida que se cierra en falso, por suave que la toques, vuelve a sangrar. Hay otros que ni siquiera vienen a Cuba por temor a lo que les pueda pasar emocionalmente.
Tengo entendido que también valoró la posibilidad de filmar en España y en Inglaterra, pero no lo hizo para no atrasar la producción de Never ever… ¿se trata de alguna pista en particular que desea seguir?
A España quería ir porque fue otra de las salidas que más utilizaron para sacar a los niños de Cuba. También salieron por Bahamas y otros países terceros que fueron utilizados con este fin. Por eso es que aunque las estadísticas recogen 14 mil, deben haber sido varios miles más los que salieron durante todo este periodo que duró la operación.
A Inglaterra si iría para seguir la pista de uno de los personajes más enigmáticos de todo este proceso, Penny Powers. Ella llegó a Cuba a finales de los años 40, cuando Goar Mestre, quien era director de la CMQ, la trae como niñera. Después de triunfo, cuando James Baker, el director del Ruston, promovió la escuela en Miami que permitiría sacar a los niños fuera de Cuba, Peny Powers era profesora en esta escuela. Yo sostengo la teoría de que ella pudo ser uno de los cerebros de la operación pues tenía amplia experiencia sacando niños judíos de Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Según Torreira y Buajasán ella era agente de la CIA. Yo creo que ella era realmente de la inteligencia británica, y un hecho que lo confirma era su desprecio hacia los norteamericanos. Eso sí, también era extremadamente anticomunista. Ella está muy relacionada con el origen de la Operación. Y para mí sigue siendo un personaje enigmático. Ella creó la escuela para hijos de diplomáticos en La Habana y murió en Cuba en 1993.
¿Contenta de su vida en Cuba y no haber utilizado la visa que la hubiese convertido en una niña Peter Pan?
La decisión de quedarme fue por instinto y no me arrepiento. Ha salido muchas veces de Cuba, mi hija vive en Francia, el resto de mi familia en los Estados Unidos. Siempre he regresado y siempre lo haré. Tuve y tengo la idea de que este era mi rompecabezas y yo era una piececita que solo encajaba aquí. (Por:
Rodolfo Romero Reyes. Tomado de Cubadebate)(07/01/15)
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