El cambio mío, el tuyo, el nuestro

Vivimos tiempos de cambios. ¿Cuántas veces hemos escuchado la frase que se antoja hasta cursi en una época en la que las transformaciones están a la orden? Para Cuba especialmente, el cambio es una palabra de moda en la prensa nacional e internacional, incluso en los círculos políticos internos. Todo el mundo habla de cambio pero realmente pocos meditan la profundidad de éste, o la sinceridad de sus palabras al abogar por el mismo.
Sobre todo después del 17 de diciembre último, medios periodísticos en Brasil, los Estados Unidos y otras partes del mundo, analizan en qué medida ha cambiado Cuba y hasta qué punto estará dispuesto su gobierno a cambiar a partir del restablecimiento de relaciones con su adversario político más enconado.
La Isla revolucionaria, honestamente, no debe mutar en una caricatura de lo que ha sido, al peor estilo socialista europeo de los años 90. Quien así lo crea, respetado sea su criterio, pero morirá de viejo esperando esa transición a ninguna parte que en más de un país llevó a su población al caos.
En todo caso, los cambios políticos internos pudieran estar en torno a favorecer elecciones directas para Presidente del Consejo de Estado, así como para el ejecutivo a instancias provinciales y municipales, todo en el mismo marco del partido único, pues no parece estar en el libreto de nadie en el gobierno –y en la mayor parte del pueblo cubanos- un salto al pluripartidismo.
Dicho esto, convengamos en una cuestión: el tan cacareado cambio de mentalidad es por mucho la mayor transformación política que necesita Cuba hoy. Que le urge, de hecho.
Porque no bastará con que desde las tribunas a todo nivel se inste a la población a actualizar la mente, si la burocracia, la incapacidad, el miedo paralizante, lastran el accionar de aquellos que de buena fe llaman a la movilización, sin las luces suficientes para encabezarla, al menos con su ejemplo.Y mucho menos si la doble moral,  la corrupción y el oportunismo se esconden detrás de sus palabras, como se aferra un cáncer al pulmón del fumador.
Cambiar la mente no significa “dejemos atrás todo vestigio de propiedad estatal…privaticemos”. Aunque una buena parte de la economía cubana tendrá, como hace lentamente, que permutar de propietario, no es esa la raíz del asunto. Va más allá de la economía, la política o la sociedad, por separado, el cambio debe estar en todas partes.
Hay que pensar en grande, diría un soñador. Y cómo no, porque si se aprobó una Ley de Inversión Extranjera con tantas ventajas para el inversionista, ¿qué pasará con el cubano que viva en el exterior y quiera echar anclas en la economía de su país de origen? Si hay tantas formas de trabajo por cuenta propia, ¿cómo lograr que puedan importar los insumos que necesiten? ¿Cuándo el peso tendrá valor, el salario será real y los precios tendrán sentido?
En el área de la comunicación el movimiento se antoja más inmediato. Introducir la publicidad ya no se ve más como un tabú, porque de ella dependerá en buena medida la subsistencia de cientos de medios de prensa, publicaciones científicas y especializadas. Similar sustento permitirá en el futuro el desarrollo de eventos deportivos más competitivos y culturales de mayor relevancia y hasta sociales, con un profundo valor humano.
La prensa cubana puede ser la bandera del cambio, sin que a nadie le vayan a susurrar ahora los peligros de la Glasnot. Y esos aires vienen desde el Noveno Congreso de la UPEC, solo que al parecer, una buena parte de nuestros colegas y directivos, aún no se dieron cuenta de que el discurso es otro, y ahora la demanda consiste en sustituir la consigna por la noticia, la propaganda por el reportaje. Que los hechos cuenten la historia, pero sin edulcorantes ni medias tintas.
La ocasión se pinta sola para lanzar a la reflexión a millones de cubanos, mediante la polémica en todos los soportes comunicativos, sin miedo y sin repeticiones superfluas.La serie de artículos de la Revista Temas sobre el nuevo escenario político que vive Cuba convida a extenderla a los medios más accesibles y de mayor circulación en el entorno nacional. Que la gente piense y hable.
Y habrá que rectificar ciertas políticas, y hacerlo muy rápido por cierto, para que, entre otras cosas,  aquellos que un día vistieron los colores patrios en Olimpíadas y después se marcharon en busca de una remuneración acorde con su talento, vuelvan a representar orgullosamente a su país, sin trabas de ninguna naturaleza, sin objeciones ni absurdos desencuentros.
Si Isaac Delgado y Manolín, El Médico de la Salsa volvieron a tocar para su gente de Cuba, qué de particular tiene que llenen una vez más las plazas nacionales Juantorena y León, Nancy Carrillo y Yanelis Santos, Dayron Robles o Pito Abreu, aunque este último tenga que vencer algo más que su voluntad personal.
Para ello debe cambiar la mente. Ninguna revolución poderosa se destruye cuando reconsidera una decisión perjudicial, o cambia una política que tuvo sentido en su momento, pero que con el tiempo viró obsoleta. Por el contrario, la capacidad de desdoblarse y rectificarse a sí misma fortalece aún más a la Revolución ante los ojos del mundo, y sobre todo, a los ojos de aquellos que la construyen desde abajo.
Porque más que de cambios, son tiempos de sumar en vez de restar, y entre más cubanos de donde sean, entren en el debate público que debe generarse, mayor será la credibilidad y el apoyo que obtenga cualquier idea.
Solo terroristas y quienes los apoyen desde dentro o desde fuera, no pueden integrarse en este proceso, 3 mil  muertos están ahí para impedirlo.
Una pequeña meditación basta para calcular el debate ideológico que tiene Cuba por delante: ¿qué pasará cuando lleguen a la mesa de negociaciones las propiedades nacionalizadas por la Revolución en sus albores, y ésta a su vez contraponga las multimillonarias pérdidas ocasionadas por el bloqueo?
Pero como eso es un ejercicio que solo la alta política será capaz de resolver, mucho más abajo, mucho más cerca de cada uno, habría que pensar en cómo desterrar de una vez la vieja práctica de “serrucharle el piso” al compañero, porque la vida le dio una oportunidad de mejorar económicamente; o intentar acallar al que piensa diferente por una cuestión de educación y de lógica, pues su criterio tal vez coadyuve a mejorar la posición propia; o acabar con el peligro que representa aquel que impone su voluntad porque así lo orientaron desde arriba, mientras sepulta a quien anima a dudar de todo, como lo promueven los filósofos más antiguos.
La envidia y la sospecha no serán nunca aliadas del socialismo, porque solo pueden sembrar rencor y abismos. Algunos de los conocidos miden 90 millas, y cuando se desnudan los hechos, y se apartan las pasiones, se descubre la inutilidad de esos vacíos, que comenzaron con un huevazo en el Mariel, prosiguieron con “no quiero tu dinero en el 94” para después “salirse del closet” montando un negocio clandestino con el presupuesto estatal. Las mentes tienen que cambiar, no hay dudas. Comencemos por la nuestra.  (Por: Yosvany Albelo Sandarán)(26/02/2015)

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