Encabezada por Roberta Jacobson, secretaria de Estado adjunta para América Latina, el 21 de enero arribará a Cuba la delegación de mayor nivel de Estados Unidos en más de cinco décadas para conversaciones sobre migración y normalización de relaciones, difunden agencias de prensa.
La noticia desata expectativas. Las opiniones públicas se inclinan hacia una ganancia neta para ambos países y el enfriamiento del clima hostil, que data desde 1959 a la fecha. Surgen nuevos escenarios y la necesaria adecuación mental para seis generaciones de cubanos, dentro y fuera de la Isla. Para el gobierno de Barack Obama, su decisión entraña afrontar retos en sectores de poder hegemónico- fundamentalista, funcionarios, reconocidos terroristas y otros personajes que han vivido y pretenden seguir viviendo del chantaje y las dádivas monetarias anuales que concede el multimillonario Presupuesto para acciones anticubanas, que aprueba el Congreso, lo cual, como otras prácticas fallidas, no podría sostenerse en un clima normal de relaciones diplomáticas.
Los beneficios para la administración de Obama se identifican con intereses de negocios turísticos, agroindustriales, de transporte aéreo y marítimo, de productos biomédicos, de servicios de salud, de educación superior, deporte, petroleros, entretenimiento, y otras ramas de la economía que acallan voces retrógradas y hacen surgir asociaciones de empresarios estadounidenses con objetivos comunes en el mercado cubano, quienes están actuando a favor de un nuevo clima de cooperación mutuamente ventajosa. Para la nación cubana, la nueva era en perspectiva incluye el reconocimiento de la soberanía nacional, el cese de la política de fuerza y los beneficios de relaciones socioeconómicas plurales, incluido el acceso a mercados y al flujo de capitales inversionistas, factores que deben poner énfasis en derogar el Bloqueo, facultad del Congreso estadounidense.
Pero la senda que se abre también planteará a Cuba costos y retos, sobre todos en los ámbitos políticos e ideológicos, que exigirán desterrar ingenuidades y avivar la conciencia de que la nueva política estadounidense no se asienta en el sentir del buen samaritano, sino en renovadas tácticas dentro de la misma vieja estrategia, para lo cual el mejor remedio será siempre la unidad interna de los cubanos, la valentía y la fortaleza de principios.
(Por: Roberto Pérez Betancourt)(13/01/15)
La noticia desata expectativas. Las opiniones públicas se inclinan hacia una ganancia neta para ambos países y el enfriamiento del clima hostil, que data desde 1959 a la fecha. Surgen nuevos escenarios y la necesaria adecuación mental para seis generaciones de cubanos, dentro y fuera de la Isla. Para el gobierno de Barack Obama, su decisión entraña afrontar retos en sectores de poder hegemónico- fundamentalista, funcionarios, reconocidos terroristas y otros personajes que han vivido y pretenden seguir viviendo del chantaje y las dádivas monetarias anuales que concede el multimillonario Presupuesto para acciones anticubanas, que aprueba el Congreso, lo cual, como otras prácticas fallidas, no podría sostenerse en un clima normal de relaciones diplomáticas.
Los beneficios para la administración de Obama se identifican con intereses de negocios turísticos, agroindustriales, de transporte aéreo y marítimo, de productos biomédicos, de servicios de salud, de educación superior, deporte, petroleros, entretenimiento, y otras ramas de la economía que acallan voces retrógradas y hacen surgir asociaciones de empresarios estadounidenses con objetivos comunes en el mercado cubano, quienes están actuando a favor de un nuevo clima de cooperación mutuamente ventajosa. Para la nación cubana, la nueva era en perspectiva incluye el reconocimiento de la soberanía nacional, el cese de la política de fuerza y los beneficios de relaciones socioeconómicas plurales, incluido el acceso a mercados y al flujo de capitales inversionistas, factores que deben poner énfasis en derogar el Bloqueo, facultad del Congreso estadounidense.
Pero la senda que se abre también planteará a Cuba costos y retos, sobre todos en los ámbitos políticos e ideológicos, que exigirán desterrar ingenuidades y avivar la conciencia de que la nueva política estadounidense no se asienta en el sentir del buen samaritano, sino en renovadas tácticas dentro de la misma vieja estrategia, para lo cual el mejor remedio será siempre la unidad interna de los cubanos, la valentía y la fortaleza de principios.
(Por: Roberto Pérez Betancourt)(13/01/15)
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