Un viaje en ómnibus nacionales resulta, en la mayoría de los casos, un tortuoso trayecto. El estado cubano compró guaguas yutong. La medida mejoró el confort del servicio y surgieron nuevas rutas como Habana-Calimete.
Recuerdo los modernos asientos, climatización, televisión y hasta el baño, que poseían los carros adquiridos para la transportación interprovincial.
Los choferes solo efectuaban las paradas en las terminales establecidas; no se podía comer en el ómnibus. Tampoco nadie circulaba de pie.
El panorama en estos momentos es bien diferente. De la Habana a Matanzas, por la carretera central en uno de estos servicios, conté más de 20 paradas no establecidas.
Los carros detienen su paso, donde cualquiera de los urgidos enseñe dinero a los choferes. El pago, ni decirlo, va a las manos del conductor, que a cambio, no entrega el boleto. Así enriquece su caudal personal, a cuenta de un medio que es público.
El viajero, que reservó, sufre todas estas violaciones incontroladas por la empresa. En los carros tampoco viajan inspectores que exijan, controlen, y velen por los derechos de quienes pagamos el servicio.
Ya perdimos la primera imagen de las yutong, como consecuencia de la falta de cuidado. Los asientos no se reclinan, el aire no es el óptimo, y llevo en mis codos y hombros personas de pie. ¿Por qué me cobran lo mismo, si la calidad resulta menor?
Descontrol e indisciplina, pueden ser palabras que definan hoy el estado de la Empresa Nacional de Ómnibus. Una imagen, que nos daña a todos. (Por: Pedro Rizo)
Recuerdo los modernos asientos, climatización, televisión y hasta el baño, que poseían los carros adquiridos para la transportación interprovincial.
Los choferes solo efectuaban las paradas en las terminales establecidas; no se podía comer en el ómnibus. Tampoco nadie circulaba de pie.
El panorama en estos momentos es bien diferente. De la Habana a Matanzas, por la carretera central en uno de estos servicios, conté más de 20 paradas no establecidas.
Los carros detienen su paso, donde cualquiera de los urgidos enseñe dinero a los choferes. El pago, ni decirlo, va a las manos del conductor, que a cambio, no entrega el boleto. Así enriquece su caudal personal, a cuenta de un medio que es público.
El viajero, que reservó, sufre todas estas violaciones incontroladas por la empresa. En los carros tampoco viajan inspectores que exijan, controlen, y velen por los derechos de quienes pagamos el servicio.
Ya perdimos la primera imagen de las yutong, como consecuencia de la falta de cuidado. Los asientos no se reclinan, el aire no es el óptimo, y llevo en mis codos y hombros personas de pie. ¿Por qué me cobran lo mismo, si la calidad resulta menor?
Descontrol e indisciplina, pueden ser palabras que definan hoy el estado de la Empresa Nacional de Ómnibus. Una imagen, que nos daña a todos. (Por: Pedro Rizo)
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