Desde que se inició en la pelota en este sureño territorio matancero, la familia y los amigos celebraron su desempeño como tercera base. El muchacho exhibía habilidades con el guante y hacía gala de buen bateador, lo que unido a la fuerza en el brazo de tirar le presagiaba un brillante futuro.
En el
primer campeonato de la categoría juvenil dejó muy buena impresión, al punto de
que resultó el campeón de bateo, con average de 467. Pero Jesús
“Chucho”
Torriente tenía sus días contados como antesalista. Un año después, una
eventualidad lo llevó a encaramarse en la lomita.
“Fue en
un juego de muchas carreras, en el estadio Mario Martínez Arará, de
Colón. En
el noveno inning el último lanzador de nuestro equipo se descontroló y los
locales llenaron las bases sin out. El director, me dijo: ‘Chucho, agarra la bola que
nos quedamos sin pitcher’.”
“Propiné
tres ponches y ganamos el partido. A partir de entonces me dediqué a lanzar.
Supe aquel día que en un juego de pelota nada es más difícil y
apasionante
que ser el pitcher.”
—¿Cuánto
tiempo transcurrió hasta convertirte en un lanzador de verdad?
—Debuté
en la tercera Serie Nacional, de 1963-1964, con el equipo Occidentales.
Trabajaba
fuerte cada día, porque el esfuerzo tiene que ser constante,
únicamente
así se consigue el control, poner la bola donde uno desea es bien
complicado,
algo que debe ejercitarse todos los días. Uno se hace pitcher cuando es capaz
de lanzar un juego completo sin tirar strike por el centro del home.
—¿En qué
consistía básicamente tu efectividad?
—Mi recta
sobrepasaba las 90 millas. Dominaba además la curva, el slider, y elcambio de
velocidad, algo muy útil si se emplea bien. Lo decisivo, insisto, essaber
tirar bolas que se parezcan strike y viceversa, además de equivocarse
poco.
—¿Qué me
dices de los pelotazos y la agresividad?
—El
pelotazo existe desde que se inventó la pelota, y muchos de ellos se achacan a
la estrategia de tirar pegado para restarle fuerza al bateador. Pero eso no
quiere decir que el lanzador los propine a su antojo, y tampoco que los
árbitros se hagan los de la vista gorda.
—Algún
consejo para los que empiezan.
_No hay
recursos mágicos. Mucha disciplina, entrenar fuerte y escuchar los
latidos
del corazón. El mayor error de un pitcher es creer que él solo puede
ganar el
partido.
Es
imposible escribir la historia del béisbol revolucionario sin mencionar al
matancero
Jesús Torriente, oriundo de la sureña localidad de Jagüey Grande.
Lamenta
haber sufrido una lesión en su brazo de lanzar, justo en el mejor
momento
de su carrera y que repercutió en su temprano retiro. Por ello no pudo participar
en la campaña de 1969-1970. Un año después volvió y ganó nueve juegos con
Henequeneros, que en esa Serie se proclamó campeón.
A los 73
años todavía deja ver los atisbos de aquel pelotero que llamaba la
atención
por su fortaleza física. Jugó solo ocho Series Nacionales, pero ostenta el
privilegio de haberle ganado en dos ocasiones a un equipo norteamericano en los
Juegos Panamericanos de Canadá 1967.
_¿Tu mejor
recuerdo como pelotero?
_“Tengo la
dicha de haber dirigido a equipos de distintas categorías y he
aportado
un granito de arena en la formación de varias generaciones de
peloteros,
pero aquellas dos victorias ante los conjuntos de EE.UU. es algo que nunca
olvidaré. (Tomado de Granma)
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