La ética de la prensa y la frescura de Siro Cuartel

Un tal Siro Cuartel anda burlándose de toda figura pública en Cuba desde hace un tiempo. Despotrica sobre Glennis Hernández, acaba con Amaury Pérez, se encara con Danilo Sirio.
Sobran en las redes sociales los escandalizados y también los que perdieron las mandíbulas de tanto reír. Hasta ahora resulta difícil encontrar a alguien que haya descubierto a Siro de repente en su Facebook y permanezca inmutable. Hay que reconocerlo: además de ser un fresco, el tipo tiene gancho.
Al principio puede causar algo de escozor, esa sorna permanente, esa oportunista máscara tras el seudónimo, y sobre todo, esa sensación de no saber cuándo la cosa viene en serio, o si será real la entrevista bajo un torrencial palo de agua en las afueras del ICRT.
Y como todo lo nuevo, -digamos por el momento que esto es novedoso-, asusta a quienes no saben cómo reaccionar. Confieso que fue mi caso en un inicio.
El tema sale a colación de inmediato cuando repasamos las recientes entrevistas a colegas y amigos de la prensa cubana, que abordan el necesario y espinoso asunto de la ética en el periodismo contemporáneo. Ignoro si la aparición de Siro Cuartel contribuyó también al inicio del debate, lo cierto es que la Unión de Periodistas de Cuba se encamina a la revisión de los entretelones éticos que se mueven tras las publicaciones digitales que pululan en las redes.
Concuerdo con la mayoría de los planteamientos de mis colegas en todos los sentidos, mas, tengo que acotar que no he leído mucho acerca de las condicionantes que pueden provocar la expansión de un fenómeno raro en la prensa internacional: la doble cara, o mejor, el doble discurso.
Esta, como muchísimas otras cuestiones, parece ser una especie endémica de Cuba. Periodistas que en los espacios, digamos, oficiales, se expresan de una manera, y asumen una posición francamente diferente en sus blogs personales, o en páginas que pagan mejor y con otra fuente de financiamiento.
A todas luces, es doble moral, tan condenable en el periodismo como en la política y la economía, ámbitos en los cuales hace rato que hace estragos.  Pero ¿qué lo puede provocar?
Primero que todo un motivo viejo, tan antiguo como el Período Especial: el salario. Los periodistas son los profesionales peor pagados de Cuba y eso no lo puede ocultar nadie. Sin embargo, sumarse al coro de descréditos contra la Revolución por un puñado de dólares suena a la misma prostitución por jabones de los años 90.
Y eso me lleva a otro análisis: ¿será que todo lo que publican estos periodistas en sitios “alternativos” es mentira? Un detalle que extraño en estos análisis es el evitar a toda costa mencionar los nombres de quienes incurren en tales prácticas, como si fuesen a tomar represalias, o para no buscarnos problemas, tal vez porque en la calle son “buenos socios”. La misma práctica hipócrita de cuando criticamos los servicios en la  antigua terminal de La Coubre y no colocamos el nombre del administrador.
Porque lo otro, y tal vez más grave, es que la mayoría de las cosas que publican –detesto el absolutismo, y a estas alturas es posible que haya un listado de los errores escritos-, son la pura verdad, solo que una verdad tan dolorosa en muchos casos que no aparece en los medios que tenemos que defender como los más importantes del país.
Pongamos ejemplos: los reportajes intimistas de Carlos Manuel Álvarez a la familia del cooperante fallecido en África, y a José Ariel Contreras tenían que haber aparecido en nuestros medios oficiales o como quiera llamárseles, y no solo en On Cuba. La misma suerte debió correr el reportaje que se publicó allí sobre los internacionalistas en Brasil y el acompañamiento de sus familiares. O la famosa entrevista de Michel Contreras a Urquiola, limitada a salir en Cubadebate.
Pero no sucedió, nos pasamos con ficha, como nos pasamos con el caso de Gilbert Man, o la gasolinera de Santiago de Cuba, cuando tenían que haber sido titulares en el Noticiario de las 8.
Y eso nos lleva a otro elemento: ¿Será que nuestros directores de medios nacionales no quieren publicarlos, o es que carecen del olfato periodístico? Ni una cosa ni la otra. Como tampoco puede seguir imponiéndose la matriz de opinión de que el periodismo que hace Cuba para Internet tiene que ser mejor que el doméstico, cuando todos sabemos que el más importante, el que decide la pelea, es aquel que consume cotidianamente la población.
Los medios nacionales deben dejar de ser tratados como periódicos de guerra, donde los titulares se deciden en las trincheras. Anclados en el pensamiento ridículo de la reacción externa ante lo que publiquen los medios oficiales cubanos,  hemos enclaustrado lo mejor de nuestro pensamiento y las verdades que debimos decir nos las dejamos arrebatar de forma constante.
¿Se imaginan a Obama enfurecido por lo que diga el Granma o Juventud Rebelde, cuando espacios periodísticos americanos con 20, 30 o 40 millones de telespectadores le tiran misiles por lo humano y lo divino?
El mejor ejemplo está en el abordaje del precio de los carros. Miguel Díaz Canel cuestionó a los medios durante un Pleno de la UPEC por no haber cumplido con una orientación expresa de publicar un artículo al respecto. Lo cierto es que aún no salió nada del tema en la prensa nacional, y solo el periódico Escambray lo abordó con agilidad, con tacto, y sin que ni siquiera exista una agencia en Sancti Spíritus.
La recurrente frase de no entregarle armas al enemigo se ha vuelto un boomerang que amenaza con destruir el mayor valor que acumuló la prensa cubana en 50 años de Revolución, y con ello torpedear de manera irreversible los cimientos ideológicos del proyecto socialista: la credibilidad.
Recientemente el periodista y escritor brasileño Fernando Morais –autor de Los últimos soldados de la Guerra Fría- declaró al periódico Noticias del Día, que las actuales generaciones de periodistas serían las parteras y a la vez sepultureras del periodismo. “No es que el periodismo se está acabando, él está sufriendo una mutación profunda. (…) Tengo la impresión que va a haber una selección darwiniana en los medios de comunicación de la internet, que va a demorar, y de la cual van a sobrevivir los que tengan credibilidad”.
Entonces la bronca no tiene por qué ser contra Siro Cuartel. A fin de cuentas, el personaje no es más que la resucitación de sus similares del pasado, que se mofaban de la realidad cotidiana –una costumbre tan criolla esa de reírse del mal que se va a morir- cuando en los espacios habituales no encontraba una salida para sus preocupaciones, ysi no puederecibir solucionescomo respuesta, que es el principio del periodismo socialista, al menos para hacer catarsis.
La bronca mayor tiene que ser a mi juicio, por otorgarle a la prensa cubana el verdadero papel que le corresponde. Y sí, juzgar éticamente a quienes usen una doble moral en su discurso, y sí condenar éticamente (y judicialmente) a quien mienta o difame, pero no olvidar tampoco aquel que haciendo gala de la más ilustre guataquería, solo tenga palabras de elogio a quien detente poder, o a quien cante loas donde debió restrillar la ametralladora.
Esos también deben ser puestos bajo la guillotina pública, al tiempo que se convence a quien haya que convencer, que en una concepción de sociedad de partido único, la mejor institución para servir a la vez de contrapartida y fiscalizadora de TODO cuanto sucede es la prensa. (Por: Yosvany Albelo Sandarán)(24-06-2015)

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