Ellos intentan desconocer realidades políticas y sociales que desde 1959 en Cuba verdaderamente dieron a los ciudadanos la oportunidad de acceder al pleno disfrute de sus derechos como seres humanos, sin distingos personales, sustentado en un régimen socialista que ha sentado las bases legales de una civilización alternativa y fraterna, perfectible, pero encaminada sin dudas a desarrollarse con la laboriosidad de su pueblo.
Es el mismo pueblo reconocido a escala mundial por su alto espíritu de solidaridad internacional, desinteresado y fraterno, como lo han demostrado en múltiples acciones entre las que resaltan la defensa de la soberanía de otras naciones, la asistencia sanitaria, la instrucción escolar, educacional y científica.
Desde que el 10 de diciembre de 1948 las Naciones Unidas aprobó la celebración en esa fecha del Día Mundial de los Derechos Humanos se han aprobado toneladas de documentos para plasmar principios, aspiraciones, definiciones, condenas, reclamos, denuncias y promesas en relación con el comportamiento de naciones, instituciones y sociedades sobre algo que, por definición, debería ser de fácil comprensión para los seres humanos mismos.
Pero la historia de la comunidad planetaria en los 56 años transcurridos desde aquel festivo día en que tras horrorizarse de la barbarie de la Segunda Guerra Mundial, la naciente ONU dedicó sus primeras jornadas a hablar y tomar acuerdos respecto de los derechos de los seres inteligentes, revela que en demasiados países la práctica ha quedado muy rezagada en relación con la teoría.
La hipocresía y la mentira proliferan en la realidad contemporánea. Cientos de millones de personas de todos los colores, sexos y edades, son víctimas cotidianas de hambre, insalubridad, analfabetismo, tráfico ilegal, drogadicción organizada, represión, terrorismo de estado, guerras de rapiña, imposiciones dogmáticas, incultura, y otras lacras que tipifican a buena parte de la sociedad en países de economía de mercado capitalista, donde la voluntad política de quienes gobiernan ignora principios elementales a que debe aspirar un ser humano desde que llega al mundo.
En ese panorama, el gobierno de Estados Unidos continúa acaparando el triste privilegio de ser considerado por expertos como campeón de las violaciones a los derechos humanos.
Es una valoración avalada por sistemáticos actos genocidas de gobiernos estadounidenses a escala internacional, ejemplificados hoy en guerras de agresión contra otras naciones, en la persistente negativa del gobierno de Estados Unidos a ignorar acuerdos vitales para preservar la vida en el planeta, y por sus prácticas neoliberales que globaliza mediante imposiciones a otros países.
Una muestra fehaciente son las pretensiones del vigente mamotreto de 456 páginas elaborado por Washington desde hace años con vista “a propiciar un cambio de régimen en Cuba”, que verdaderamente favorezca sus intereses imperiales, práctica cavernícola que ha de cesar a la luz del espíritu que debe animar las conversaciones para el restablecimiento de relaciones diplomáticas y el cese de la hostilidad estadounidense en relación con Cuba. (Por: Roberto Pérez Betancourt)(13/02/15)
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