Hoy en día muchos achacan los problemas sociales y de cualquier otra índole a los jóvenes. Seguro has odio más de una vez aquello de que la juventud está perdida. ¿Pero será una verdad absoluta?
Hábitos y conductas incorrectas marcan el actuar de muchos jóvenes. Eso es innegable. Sucede y con bastante frecuencia. Lo mismo los vemos gritando en medio de la calle, grabando paredes y ómnibus, tomando por asalto los céspedes y bancos de los parques o simplemente ignorando las más elementales reglas de educación formal como decir buenos días, permiso, por favor, déjeme ayudarlo.
Lo que sucede en todo este fenómeno es que simplemente no podemos generalizar las actitudes de unos para luego achacarlas a todos los jóvenes. Si bien existen unos que perturban, que no estudian o trabajan o que molestan con comportamientos indebidos; muchos son verdaderos ejemplos a seguir. Modelos de buenos hijos, estudiantes y profesionales esmerados y comprometidos con su tiempo.
Los amigos y el propio contexto en que viven y se relacionan los jóvenes influyen en estos malos hábitos. Toca entonces a la familia velar muy de cerca por estas expresiones y educar a los hijos en un ambiente sano y lleno de comunicación y confianza.
En los buenos ejemplos debemos mirarnos todos los días y hacer lo que esté en nuestras manos para ser mejores y aportar un granito de arena al desarrollo de la sociedad. Además con eso podemos darle lección a quienes dicen que todo está perdido.
Perdidos están los que no hacen nada por cambiar, por ser mejores, por imponerse metas superiores y por ayudar a los demás. Esos que solo ven las manchas del sol y no su luz no saben el tiempo que gastan en vano.
No, no estamos perdidos, solo algunos extravían de vez en cuando el camino correcto de la vida y eso no para nada significa una crisis de valores. Lo importante es saber que somos dueños de nuestro propio destino si sabemos escuchar a tiempo un consejo certero.
Hábitos y conductas incorrectas marcan el actuar de muchos jóvenes. Eso es innegable. Sucede y con bastante frecuencia. Lo mismo los vemos gritando en medio de la calle, grabando paredes y ómnibus, tomando por asalto los céspedes y bancos de los parques o simplemente ignorando las más elementales reglas de educación formal como decir buenos días, permiso, por favor, déjeme ayudarlo.
Lo que sucede en todo este fenómeno es que simplemente no podemos generalizar las actitudes de unos para luego achacarlas a todos los jóvenes. Si bien existen unos que perturban, que no estudian o trabajan o que molestan con comportamientos indebidos; muchos son verdaderos ejemplos a seguir. Modelos de buenos hijos, estudiantes y profesionales esmerados y comprometidos con su tiempo.
Los amigos y el propio contexto en que viven y se relacionan los jóvenes influyen en estos malos hábitos. Toca entonces a la familia velar muy de cerca por estas expresiones y educar a los hijos en un ambiente sano y lleno de comunicación y confianza.
En los buenos ejemplos debemos mirarnos todos los días y hacer lo que esté en nuestras manos para ser mejores y aportar un granito de arena al desarrollo de la sociedad. Además con eso podemos darle lección a quienes dicen que todo está perdido.
Perdidos están los que no hacen nada por cambiar, por ser mejores, por imponerse metas superiores y por ayudar a los demás. Esos que solo ven las manchas del sol y no su luz no saben el tiempo que gastan en vano.
No, no estamos perdidos, solo algunos extravían de vez en cuando el camino correcto de la vida y eso no para nada significa una crisis de valores. Lo importante es saber que somos dueños de nuestro propio destino si sabemos escuchar a tiempo un consejo certero.
Por: Eliane Táboas Merino (8/12/2014)
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