La adolescencia resulta una etapa compleja que implica muchísimos cambios en la vida de los jóvenes. A veces, los padres, por miedo a enfrentar esta situación, consienten y sobreprotegen a los hijos, sin mirar más allá. El resultado casi nunca es bueno.
Estas actitudes se ven más cuando se trata de hijos únicos los cuales sufren, sin querer, el precio de no tener hermanos con quien compartir el cariño y desvelo de los padres. Sobre todo, se hace notar mucho más en las muchachas aunque los varones también suelen convertirse en víctimas.
La sobreprotección limita grandemente el actuar de los jóvenes, los ridiculiza frente a los amigos y les impide alcanzar la tan añorada independencia durante esta etapa de la vida. Unos pocos le ven el lado positivo al pensar que es mucho mejor no tener responsabilidades y vivir sin preocupaciones.
¿Cómo enfrentar entonces el futuro? No quiere decir que prescindamos de la ayuda y guía de los padres. Esa no es la solución. Se trata de ser capaces de tomar decisiones por nuestra propia cuenta, de equivocarnos y saber rectificar con la colaboración de la familia pero sin ser sobreprotegidos.
Muchas veces, los padres no tienen total conciencia del daño que ocasionan con estas posiciones. Lo hacen simplemente para evitarles sobresaltos y malos ratos a los muchachos, en resumen para hacerles la vida más cómoda.
La sobreprotección pone frenos a los jóvenes para su desarrollo futuro y los hace quedar ante los demás como meros instrumentos de los padres. Dejémonos ayudar peor tomemos cartas en el asunto para crecer como personas y lograr nuestra propia independencia.
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