Desde abril de 1985, la mirada de quien acude al recinto número uno de la calle de Magdalena, en la ciudad de Matanzas, tropieza con lápices, pinceles y tijeras manipulados por manos artesanas, que revelan la esencia transformadora cobijada en la casa de Ediciones Vigía.
Son las personas que trabajan en función de dar cuerpo a las obras literarias, las que ofrecen la bienvenida al visitante, y le muestran la rutina en la cual se conciben los volúmenes como obras de artes plásticas, asegura Agustina Ponce Valdés, directora del sello.
Cada pieza encuadernada entre las paredes del taller, ubicado a orillas del río San Juan, contiene la esencia de la diversidad de generaciones que durante los 29 años de la editorial, aportaron paciencia y habilidades al empeño de honrar el milenario arte de crear libros con las manos.
Muebles coloniales, relojes e innumerables quinqués, conforman el ambiente intimista de una casa, donde luces, sombras, chirridos de sillas acomodadas, y palabras coloquiales, coinciden con el sonido de los automóviles que recorren la urbe, para conformar una armonía propia.
Hay en este edificio mucho de voces, de manos, de gente de todas las culturas, religiones y razas, que lo poblaron antes–opina Ponce Valdés-, y el colectivo que actualmente lo habita respeta ese legado espiritual, y lo incorpora y manifiesta en la ambientación del entorno, y en el quehacer laboral.
Cuidamos las cosas antiguas, algunas que llegaron desde la fundación, otras rescatadas de la desidia humana, y se les ha devuelto su valor de uso, para que se integren al patrimonio identitario que legarán los artesanos de hoy a los vigías que vendrán, agrega la también editora y escritora.
Atraído por la concepción del libro, novedosa y antigua a la vez, que se legitima en el edificio de la arteria llamada Magdalena, el novel diseñador Héctor Rivero se muestra honrado de aportar al reto permanente de demostrar el valor de la artesanía, en tiempos donde predominan las rutinas industriales.
Mientras trabaja en la elaboración de plaquettes con canciones del joven trovador Carlo Fidel Taboada, Rivero ratifica la continuidad del afán creativo del sello editorial que persiste hace más de dos décadas, entre paredes erigidas junto a la plaza fundacional de San Carlos y San Severino de Matanzas.
Plantas ornamentales, un refrigerador y espejos, no faltan tampoco en el recinto contiguo a la Galería de Arte Pedro Esquerré, porque como en cualquier vivienda, también son esos elementos típicos en el hogar, donde la familia artesana de Vigía, jamás niega la bienvenida a quien pretende visitar su casa.
Son las personas que trabajan en función de dar cuerpo a las obras literarias, las que ofrecen la bienvenida al visitante, y le muestran la rutina en la cual se conciben los volúmenes como obras de artes plásticas, asegura Agustina Ponce Valdés, directora del sello.
Cada pieza encuadernada entre las paredes del taller, ubicado a orillas del río San Juan, contiene la esencia de la diversidad de generaciones que durante los 29 años de la editorial, aportaron paciencia y habilidades al empeño de honrar el milenario arte de crear libros con las manos.
Muebles coloniales, relojes e innumerables quinqués, conforman el ambiente intimista de una casa, donde luces, sombras, chirridos de sillas acomodadas, y palabras coloquiales, coinciden con el sonido de los automóviles que recorren la urbe, para conformar una armonía propia.
Hay en este edificio mucho de voces, de manos, de gente de todas las culturas, religiones y razas, que lo poblaron antes–opina Ponce Valdés-, y el colectivo que actualmente lo habita respeta ese legado espiritual, y lo incorpora y manifiesta en la ambientación del entorno, y en el quehacer laboral.
Cuidamos las cosas antiguas, algunas que llegaron desde la fundación, otras rescatadas de la desidia humana, y se les ha devuelto su valor de uso, para que se integren al patrimonio identitario que legarán los artesanos de hoy a los vigías que vendrán, agrega la también editora y escritora.
Atraído por la concepción del libro, novedosa y antigua a la vez, que se legitima en el edificio de la arteria llamada Magdalena, el novel diseñador Héctor Rivero se muestra honrado de aportar al reto permanente de demostrar el valor de la artesanía, en tiempos donde predominan las rutinas industriales.
Mientras trabaja en la elaboración de plaquettes con canciones del joven trovador Carlo Fidel Taboada, Rivero ratifica la continuidad del afán creativo del sello editorial que persiste hace más de dos décadas, entre paredes erigidas junto a la plaza fundacional de San Carlos y San Severino de Matanzas.
Plantas ornamentales, un refrigerador y espejos, no faltan tampoco en el recinto contiguo a la Galería de Arte Pedro Esquerré, porque como en cualquier vivienda, también son esos elementos típicos en el hogar, donde la familia artesana de Vigía, jamás niega la bienvenida a quien pretende visitar su casa.
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