Expertos ahondan en la historia del Abra de Figueroa, singular formación morfogeológica, al oeste de la ciudad de Matanzas -100 kilómetros al este de La Habana-, y promueven la conservación del paraje natural, rico en evidencia fósil, donde hoy habitan el tocororo, la cartacuba y otras especies protegidas, reseña Roberto Jesús Hernández, en la página de ciencia y tecnología del semanario Girón.
La tala de árboles de madera preciosa y la caza indiscriminada atentan contra el equilibrio de la biota en el otrora cauce de un antiguo río.
Refugio de flora y fauna locales, el abra se distingue por sus dolinas (entradas) tectónicas en corredor, cuevas clásticas y fracturas de unos 30 metros de profundidad en roca caliza, dijo Logel Hernández, del Comité Espeleológico de Matanzas, encargado de cartografiar el sitio, donde investigan fragmentos de vajilla, cercas de piedra y otras huellas de la presencia humana en el abra.
Restos de una cisterna construida tal vez en el siglo XIX debido a la necesidad de almacenar el agua suficiente para el riego,sugieren que el terreno fue cultivado en el pasado.
Numerosas interrogantes abre este escenario de naturaleza casi virgen, importante para estudios geológicos, botánicos, zoológicos e históricos, cuyos resultados permitirían comprender mejor este ecosistema y preservarlo.
La ruptura de la piedra en fecha reciente indica que los movimientos telúricos afectan con frecuencia este accidente geográfico, comentó Alberto Clark, del equipo científico que desde febrero examina la llamada Zona C, abundante en fósiles.
Figuran entre la evidencia paleontológica ejemplares del perezoso gigante o Megalognus rodens, aves, reptiles, roedores insectívoros, quirópteros y moluscos, muchos extintos en la actualidad pero que una vez habitaron el Abra de Figueroa.
(Tomado de Girón)
La tala de árboles de madera preciosa y la caza indiscriminada atentan contra el equilibrio de la biota en el otrora cauce de un antiguo río.
Refugio de flora y fauna locales, el abra se distingue por sus dolinas (entradas) tectónicas en corredor, cuevas clásticas y fracturas de unos 30 metros de profundidad en roca caliza, dijo Logel Hernández, del Comité Espeleológico de Matanzas, encargado de cartografiar el sitio, donde investigan fragmentos de vajilla, cercas de piedra y otras huellas de la presencia humana en el abra.
Restos de una cisterna construida tal vez en el siglo XIX debido a la necesidad de almacenar el agua suficiente para el riego,sugieren que el terreno fue cultivado en el pasado.
Numerosas interrogantes abre este escenario de naturaleza casi virgen, importante para estudios geológicos, botánicos, zoológicos e históricos, cuyos resultados permitirían comprender mejor este ecosistema y preservarlo.
La ruptura de la piedra en fecha reciente indica que los movimientos telúricos afectan con frecuencia este accidente geográfico, comentó Alberto Clark, del equipo científico que desde febrero examina la llamada Zona C, abundante en fósiles.
Figuran entre la evidencia paleontológica ejemplares del perezoso gigante o Megalognus rodens, aves, reptiles, roedores insectívoros, quirópteros y moluscos, muchos extintos en la actualidad pero que una vez habitaron el Abra de Figueroa.
(Tomado de Girón)
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