Castigos en el hogar




Es responsabilidad de los padres disciplinar a los hijos para formar en ellos buenos hábitos. Sin embargo, en ocasiones  se exceden en sus responsabilidades y los castigan severamente. 
Establecer reglas claras y precisas, poner límites y controles y evitar castigos excesivos crea en los hijos buenos hábitos. La disciplina debe regirse siempre por la razón y no por el estado de ánimo.  Incluso, a veces algunos padres castigan por cosas que no valen la pena mientras que en otras ocasiones permiten actitudes mucho peores. 
Ciertamente existen momentos en que la rebeldía propia de la niñez o la adolescencia hace que los padres tengan que recurrir al castigo para corregir alguna actitud. Claro, esto no debe afectar la integridad física o sicológica de los hijos pues el castigo agresivo solo sirve para reforzar los malos comportamientos y para crear un ambiente de más rebeldía.
Ciertamente existen momentos en que la rebeldía propia de la niñez o la adolescencia hace que los padres tengan que recurrir al castigo para corregir alguna actitud. Claro, esto no debe afectar la integridad física o sicológica de los hijos pues el castigo agresivo solo sirve para reforzar los malos comportamientos y para crear un ambiente de más rebeldía. 
Por regla general, los castigos tienen diferentes dimensiones y los hijos lo interpretan siempre de la peor manera. De nada vale que los padres digan que es por su bien y que luego lo van a agradecer. En ese momento, no entienden razones. Es por eso tan importante saber manejar adecuadamente cada situación por ambas partes.   
Hay algo que muchas veces obviamos y es la participación de los hijos de manera activa en la elaboración de las normas a seguir en la casa o en la escuela o cuando se está entre amigos. De esta manera, el grado de cumplimiento es muchísimo más alto y los problemas menores. Sin embargo, casi siempre las madres y los padres elaboran e imponen las normas sin el consentimiento o aprobación de los jóvenes. 
Hay algo que muchas veces obviamos y es la participación de los hijos de manera activa en la elaboración de las normas a seguir en la casa o en la escuela o cuando se está entre amigos. De esta manera, el grado de cumplimiento es muchísimo más alto y los problemas menores. Sin embargo, casi siempre las madres y los padres elaboran e imponen las normas sin el consentimiento o aprobación de los jóvenes.   
Castigar no puede ser cuestión de capricho sino de disciplina y orden ante lo mal hecho, el peligro o la desobediencia. Y castigar sin golpear, sin ofender, sin creer que somos dueños absolutos de la verdad. Este consejo es válido para los padres. Para los hijos pues respetar siempre a los padres y oír los consejos para no darle demasiados dolores de cabeza.
(Por: Eliane Táboas Merino. 27/9/2015)

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