Lágrimas y pataletas


Roberto Pérez Betancourt

Los voceros de las agrupaciones  contrarrevolucionarias que se asientan en el sur de la Florida, y durante décadas han usufructuado el dinero de los contribuyentes norteamericanos, en virtud del plan oficial de Estados Unidos para desestabilizar a nuestro país,  están temerosos y lagrimean porque su buen olfato para el “bisney” y la “botella”, que en jerga criolla significa cobrar sin trabajar, les anticipa la posibilidad de quedarse fuera del pastel con  el acercamiento entre los gobiernos de Cuba y Estados Unidos. 
 Organizaciones a las que solo se les conoce en Miami por el membrete de sus folios, o por la propaganda alrededor de algún hecho delictivo o sabotaje anticubano, en estos días ganan espacio en la prensa floridana, siempre abierta a servir los intereses del “exilio clásico”, el exilio batistiano, el exilio de los Posada Carriles y sus compinches de antigloria, para protestar en letra impresa, diatriba radial, y mentiras televisivas, y hasta vociferar en  desfiles automovilísticos, que para la gran mayoría de floridanos no pasan de ser una nota folklórica  más de las momias apegadas a lo que fue y ven extinguirse con las proyecciones de restablecer relaciones entre Cuba y Estados Unidos y abrir sendas embajadas en uno y otro país.
   La salida de Cuba de la espuria lista de países auspiciadores del terrorismo ha motivado a los voceros anticubanos a emitir  una ensarta de epítetos en blanco y negro, que incluyen: “precipitado, penoso, ilógico, terrible, arbitrario”,  entre otros.  
  Precisemos: Una cosa es el restablecimiento de relaciones diplomáticas  y la apertura de esas embajadas y otra cosa sería la normalización de las relaciones. Esta última implicaría temas  más sustantivos, como el levantamiento del bloqueo, la devolución del territorio de la Base Naval de Guantánamo, el fin de las transmisiones ilegales de radio y televisión, la cancelación de los planes de cambio de régimen y la compensación por los daños causados al pueblo cubano durante más de medio siglo de agresiones.
   Pero los chicos malos del exilio, que no son los mismos de los cubanos emigrados por razones económicas, no quieren soltar el jamón, ni ahora ni después, por eso, lloran, patalean… pero no inspiran lástima.(TVY)(10/06/15)

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