Economía doméstica: ¿Gastar o no gastar?

Reconocer nuestras limitaciones de ingresos monetarios es el primer paso para mantener saludables nuestras finanzas personales y familiares, evitar dolores de cabeza y caer en depresión.
Durante mucho tiempo nos acostumbramos a que el concepto igualitarista de distribución basado en el mérito laboral nos otorgara la prioridad para adquirir un electrodoméstico de precio subsidiado, al contado o  a plazos, aunque el salario no nos alcanzara.
Así nos fijamos la idea de repartir, recibir y tener por igual, sin que necesariamente las adquisiciones se vincularan al rendimiento laboral ni a la productividad.
Todos queríamos tener refrigerador, televisor, aire acondicionado, reloj de pulsera,  máquina de coser y hasta automóvil, y nos sentíamos con el derecho supremo a poseerlos.
Mientras los precios fueron subsidiados, aparentemente no había muchos problemas. Estaban las colas y la repartición de méritos laborales interpretados de variopintas maneras y que de hecho llegaban a adquirir una especie de valor de cambio mercantil. Mientras tanto, el país se empeñaba y distribuía  abundante canasta básica de alimentos a precios irrisorios. Todavía lo hace, pero menguada en cantidad y especies.
La bonanza forzada se fue extinguiendo, poco a poco, al ritmo de realidades económicas que siempre pasan la cuenta.
Sin embargo, la costumbre,  el afán de tener lo mismo que el vecino, no cambió.   Ni siquiera durante lo más agudo del llamado “período especial”, cuando una libra de arroz llegó a costar hasta 150 pesos en el mercado negro, en la segunda mitad de los 90 del siglo pasado.
Cambiaron las reglas del juego en el comercio. Desapareció la libreta de productos industriales (ropa, calzado y etc.), y se mantiene la de productos alimentarios aunque con un raquítico surtido. Pero persiste la costumbre de querer comprar de todo lo  que vendan en la ”shopping”, a precios elevados,  aunque el salario no  alcance para la subsistencia.
Es un hecho que invita a meditar  ante la disyuntiva de gastar o no gastar los pesos disponibles, y establecer prioridades, porque  afortunadamente para la salud de nuestra economía y las proyecciones de nuestro socialismo, el igualitarismo  se extingue por infértil y desestimulador de la productividad y del trabajo.
Los rezagos que restan  poco a poco habrá que suprimirlos y acentuar  la retribución con arreglo al trabajo y la productividad como indispensable fórmula para  enderezar la pirámide salarial y propiciar un desarrollo económico real, sobre la base de índices de crecimiento suficientes.
Parece necesario  comprender que gastar y gastar sin respaldo monetario nos conduce a la insolvencia y a la depresión, y que no se puede aspirar a seguir viviendo de gratuidades, subsidios y lástimas infundadas.
Simplemente para gastar hay que tener, por ende hay que trabajar y recibir ayuda de familiares que puedan contribuir, especialmente en el caso de jubilados y ancianos.   Son realidades de cada día, que no se pueden tapar con el dedo, en  Matanzas y en todo el país. (Por: Roberto Pérez Betancourt)(TVY)(18/05/15)

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