Alberto Delgado, un hombre para respetar

La vida y  obra  del  combatiente de la Seguridad del Estado cubana Alberto Delgado Delgado, trascienden como ejemplo  paradigmático del  protagonista anónimo de las luchas  revolucionarias del pueblo, porque su ejecutoria demuestra que se trataba de un hombre para respetar en toda la extensión de la palabra
Nació el 10 de diciembre de 1932 en el hogar de una familia   muy humilde, en la finca San Pedro de Caracusey, municipio de  Trinidad, antigua provincia de Las Villas –centro de Cuba-.
Fue niño y joven sin  libros ni zapatos, ni mentores  ideológicos, pero  cada día  su conciencia temprana se forjó  bajo el particular ensañamiento rural de la injusticia  capitalista.
Alberto fue uno más entre los muchos  campesinos y obreros del  campo incorporados a la lucha armada contra la tiranía pro  imperialista de Batista. Como soldado rebelde, desde 1958 en   la columna 11 Cándido González, combatió hombro con hombro  junto a compañeros de humilde extracción social.
Al morir, asesinado  por  contrarrevolucionarios en el lomerío  de El Escambray, el 28 de abril de 1964, cuando se le suponía  un bandido más, el  cadáver de Alberto siguió conservando la   oculta identidad de su verdadera militancia. El cuerpo fue   hallado el día 29 y sepultado sin que se supiera su historia   verídica.
Solo tres años después, el 28  de abril de 1967, los restos  del combatiente fueron exhumados y se le rindieron  a Alberto  honores correspondientes a un militar caído en el cumplimiento  del deber.  Fue ascendido póstumamente al grado de teniente.
Sus cenizas fueron  trasladadas al panteón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias en el cementerio de Colón, en La   Habana.
Tomasa del Pino Suárez, la esposa  del mártir,  también su  compañera en las actividades clandestinas, sintió el alivio  emocional de que sus hijos, amigos y otros familiares  revolucionarios, pudieran saber el verdadero carácter del  hombre con el que había compartido su vida.
De baja estatura, tenaz y con nervios acerados,  Alberto  se  desempeñaba  como administrador de la finca de Maisinicú. Día  tras día  afrontó el peligro de ser descubierto, pero  evitó  la muerte de otros  a manos de los siniestros personajes a  quienes contribuyó a capturar, los que eran avituallados por  la Agencia Central de Inteligencia norteamericana.
Aquel momento aciago, cuando   confrontó directamente a sus   captores, fue golpeado vilmente hasta morir.  Era tanto el   odio de los contrarrevolucionarios que aún después de haberlo asesinado, uno a uno se ensañó con su cuerpo exánime y finalmente  lo colgaron de un árbol.
Citas referenciales del hallazgo de su cadáver afirman que  presentaba hundimiento del cráneo, fracturas en ambas piernas,  un brazo y una clavícula, cuchilladas en la  ingle y  excoriaciones múltiples.
Una película cubana inmortalizaría su gesta: “El Hombre de  Maisinicú”. Cuando a través de esta cinta el pueblo  se enteró  de la epopeya de Alberto Delgado,  en los cines de todo el país el combatiente recibió,  uno tras otro, el reconocimiento de los aplausos que, aunque  no escucharía,  sin duda despertaban la conciencia dormida de otros.
Al cabo de 51 años de la caída en combate de Alberto Delgado, su familia, la generación que supo de sus proezas, y las que le sucedieron y se enteraron de  ellas, siguen tributándole el homenaje más sentido, ese que  sale del espontáneo pensamiento agradecido de sus anónimos  conciudadanos. (Por:   Roberto Pérez Betancourt)(TVY)(Actualizado en 27/04/15).

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