¿Está preparada Cuba para el fin del bloqueo?

El acontecimiento internacional de mayor envergadura de la última década sorprendió a seguidores y opositores de la Revolución Cubana por igual: Cuba y los Estados Unidos pactaban reiniciar sus relaciones diplomáticas.
El anuncio fue acogido en Brasil con muchísimo beneplácito, tanto por el gobierno progresista de Dilma Rousseff como por la prensa que le es adversa, y representantes de partidos de la oposición.
 El diario El Estado de Sao Paulo dedicó toda su primera plana del 18 de diciembre al tema, con gran despliegue de fotos y títulos, así como un dossier internacional en su primer cuaderno de 7 páginas, un despliegue muy poco usual para temas internacionales. La mirada inicial fue bastante objetiva, con referencias históricas correctas, sin manipulaciones del asunto y un balance positivo en cuanto a criterios de uno y otro lado del estrecho de la Florida, incluidos los de opositores cubanos como Guillermo Fariñas que, debido a su entreguismo, figuraron entre los poquísimos que opinaron en contra de la nueva situación.
En la calle hasta comerciantes desconocidos opinaban con admiración del suceso, una vez que sabían del origen cubano de su interlocutor, y para más de un periodista brasileño, la reanudación de relaciones entre los dos gobiernos es un hecho histórico, celebrado aquí con emoción.
Pasado ya el momento de euforia y la emotividad que para los cubanos representó el tan añorado retorno de Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero, comienzan los análisis a aparecer en la prensa.
Entre los aspectos abordados en estos días, resalta como es lógico, el costo beneficio de una probable reanudación del comercio entre Cuba y los Estados Unidos, así como el impacto que tendría para naciones como Brasil.
El intercambio comercial con Cuba es de apenas 419 millones de dólares al año, 0,12% del comercio exterior brasileño, con un abrumador balance entre importaciones y exportaciones a favor del gigante sudamericano, o sea, exportó hacia la Isla muchísimo más de lo que importó de ella.
 Sin embargo, lo primero que partidarios y opositores del gobierno de Dilma hicieron fue recordar lo mucho que le criticaron durante las últimas elecciones la inversión hecha en el puerto del Mariel, la cual ascendió a 1500 millones de dólares, con recursos del Banco Nacional de Desenvolvimiento Económico y Social (BNDES). Si bien la operatividad del puerto no beneficiará de inmediato a la economía de este país, se convertirá en muy poco tiempo en plataforma de entrada directa de los productos brasileños al gigantesco mercado norteamericano.
 Ahora bien, si las alocuciones de Raúl y Obama tomaron por sorpresa a medio mundo, pasado ya el “susto” inicial, cabe hacerse una pregunta elemental: ¿hasta qué punto está preparada Cuba para este cambio? ¿Somos conscientes los cubanos de la real magnitud de lo que acaba de acontecer?
 Quienes nacimos bajo la égida del bloqueo, el 70% de los cubanos, no conocimos otra relación con los americanos que la adversidad, y hasta la enemistad política extrema, pasando por agresiones recibidas de todo tipo, y para muchos, por secuelas imposibles de borrar.
 A pesar de eso, ninguna animadversión o predisposición fanática mueve al muy bien educado pueblo cubano, formado en la tradición de hospitalidad, y amistad desde su propia forma de ser.
 Sin embargo, los restos de la Guerra Fría permanecen aún en la conciencia ciudadana lo cual no es tan fácil de borrar. No debe producirse en Cuba lo que ocurrió en la Unión Soviética, donde el deslumbramiento por lo occidental fue fatídico, los cubanos nunca dejamos de saber de Mickey Mouse ni de Supermán ni de la Coca Cola. La implementación de las políticas transformadoras en la Isla siempre se ha seguido con un paso que impide bandazos y tropezones políticos, en algunos casos, con más lentitud de lo que la gente desea.
 Pensar que de la noche a la mañana Cuba cambiará su política sería aberrante. Ni siquiera lento debe producirse un cambio en este sentido, toda vez que ha sido el socialismo el sistema que consiguió sacar del atraso secular a un país sumido en el más profundo subdesarrollo. Además, se consolidó como nación, se ubicó en el mapa mundial con absoluto respeto del resto de los países y a pesar de su minúsculo tamaño territorial, consiguió emprender acciones que tuvieron repercusión internacional. De ahí el tremendo impacto que generó la noticia del 17 de diciembre.
 Donde debe cambiar Cuba, y bastante, es en la economía y la percepción que se tiene de ella. Demasiado tiempo hemos tenido al bloqueo como amarra real para el desarrollo, y también como pretexto para todo aquel empresario o dirigente empeñado en ocultar las ineficiencias que lastran al país. Ese es el primer y gran paso por cambiar en la mentalidad cubana de hoy.
 El segundo, y más objetivo, lo constituyen la verdadera implementación de los lineamientos de la Política Económica del país, pero esta vez sin tantos temores.
 Se pretende estimular la inversión extrajera en Cuba, pero ¿cómo conseguir atraer a un inversionista si debe pagar el doble que en su país por adquirir un vehículo? ¿De qué manera se mejorará el transporte público si las inversiones para ello dependen en buena medida de las ventas de autos que no se venden por valores que han hecho el ridículo a escala internacional?
¿Cómo estimular a los campesinos a que bajen los precios de los alimentos si las Cadenas de Tiendas en Divisas mantienen los suyos inalterables y por las nubes? ¿Cómo conseguir que se incremente la producción de carne de res, leche y sus derivados, si los tenedores de tierra no pueden decidir qué hacer con sus reses verdaderamente? ¿Cómo propiciar que un ciudadano cubano invierta su dinero bien ganado, o que un internacionalista decida gastar en Cuba lo que se gana en el exterior ofreciéndoles bienes tan sobre preciados? La calidad y precio de muchos de estos productos y servicios lejos de atraer, provoca rechazo continuo, con el consiguiente malestar popular.
 Los efectos nocivos del monopolio en materia de telecomunicaciones, en la venta de artículos de consumo son dos aspectos a revisar hasta el cansancio, porque como están ahora no funcionan bien. Son tan solo algunos elementos que deben analizarse con franqueza y sin temor al error, al consultarse con el pueblo de forma plural.
 Incluso, en el área de las comunicaciones el cambio que ya comenzó desde el Noveno Congreso de la UPEC tendrá que ser gigantesco, porque la introducción de la publicidad resulta inevitable, así como las diversas formas de competencia empresarial y la capacidad y disposición de las entidades estatales, mixtas o privadas a generar información, atraer públicos y encantar audiencias. La imagen Cuba tendrá que ser vista como un elemento global, que dé a conocer verdaderamente al mundo lo que somos los cubanos y las potencialidades que aún quedan por explorar en la Isla.
Todo esto está a la mano resolverlo. Otros problemas más graves como los de infraestructura, tomarán años. Cuando Barack Obama asumía el poder, analistas comenzaron a especular con el posible fin del bloqueo, y opinaban que solo el primer impacto de turistas norteamericanos rondaría el millón de visitantes.
Cuba desde ningún punto de vista está preparada para eso, no solo porque vienen desde una cultura consumista  y muy desarrollada, sino porque se trata del turista que más gasta en el mundo, que es exigente. Preparar una mayor cantidad de habitaciones, modificar sustancialmente el estado de las calles y viviendas de ciudades y poblados, de instalaciones deportivas, sanitarias, educacionales y culturales, de puertos, aeropuertos y marinas será una tarea a más largo plazo. En alguna medida se ha hecho, pero todavía queda mucho pendiente.
Y para quien piense que las modificaciones se deberían solo al hecho de multiplicar el número de americanos fisgoneando en cada esquina cabe la interrogante: ¿Cuántas personas en el mundo se habrán preguntado el último miércoles cómo será verdaderamente Cuba, que hasta el Vice Presidente de los Estados Unidos anunció que iría? No tengo acceso a estadísticas, pero les cuento que apenas en un pueblo de Brasil de unos 50 mil habitantes no fueron pocos los que comenzaron a preguntar cuánto cuesta el viaje, el hospedaje, y si es posible comprar una casa particular para el verano. Lo preguntaron periodistas, propietarios de inmuebles, amas de casa y profesores.
Porque más allá del comercio, la normalización de relaciones con los Estados Unidos propiciaría la celebración de una mayor cantidad de eventos, un conocimiento más apegado a la verdad de la realidad cubana y despertaría un inusitado interés en conocer un país dedicado a la paz, a la solidaridad y al intercambio con todos los pueblos del mundo. (Por: Yosvany Albelo Sandarán)

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